Ser hijo o hija de reyes permite tener la vida solucionada. Sabes que tendrás facilidades para todo y que todo te será entregado en bandeja. No obstante, hay que tener un mínimo de formación para no hacer el ridículo en cada aparición pública. Y eso es en lo que se empeñaron Juan Carlos I y Sofía con la infanta Elena. No obstante, les costó mucho esfuerzo, también económico, conseguir que la mayor de sus descendientes consiguiera completar una formación académica a la altura de una miembro de la familia real.
Felipe no tendría problemas. El príncipe sería el heredero y su destino estaba fijado. Estudiaría la formación obligatoria y se matricularía en la Academia Militar para adquirir capacidades para ser Jefe de Estado. Mientras que con Cristina no tuvieron que insistir demasiado. Las notas de la mediana eran muy satisfactorias, no tuvo problemas en sacarse la carrera de Ciencias Políticas por la Universidad Complutense, tras lo cual se especializó en Relaciones Internacionales cursando un máster.
A la infanta Elena no se le daban bien los estudios
El caso de Elena, sin embargo, fue distinto. Partiendo de la base de que Juan Carlos I nunca confió en que pudiera ser reina y por eso siguió manteniendo relaciones con Sofía en busca de un varón, queda claro que el emérito era el primer consciente de que su hija no era una lumbreras.
Elena no tenía ganas de estudiar. No se le daba bien. Como publican en clara.es, sus resultados académicos “estuvieron más cerca de las de sus dos hijos, Victoria Federica y Froilán”. En otras palabras, era una calamidad. Su preocupación eran los caballos, la equitación y vivir ese cuento de hadas que había visto en las películas de Disney. Lo de entregarse en los estudios no era para ella. Aún así, sus padres insistían en que tenía que sacarse una carrera.
Juan Carlos I y Sofía pagan para ocultar el fracaso escolar de la infanta Elena
La nota, sin embargo, no le llegaba para ninguna carrera en ninguna universidad pública que pudiera interesarle mínimamente, con lo que los reyes tuvieron que pagar una universidad privada para ocultar su lamentable rendimiento académico.
Finalmente, Elena encontró un entretenimiento en Magisterio, que cursó en la escuela Universitaria ESCUNI. En realidad no le interesaba lo más mínimo, pero sus padres se lo habían dejado claro: algo tenía que estudiar. Al final logró sacarse la diplomatura como profesora de Enseñanza General Básica con una particularidad: estaba especializada en inglés.
Elena empezó a dar clases en el colegio Santa María del Camino. Y parece que le picó el gusanillo de la formación. Corría 1993 cuando se sacó la licenciatura de Ciencias de la Educación. Y más tarde se fue a París a realizar un curso en La Sorbona. Allí conoció a Jaime de Marichalar y aparcó su actividad laboral durante algunos años. Concretamente hasta después del ictus que sufrió Marichalar. Después de cuidar de él durante un tiempo decidió volver a ejercer.
Pilar Eyre contó como fue ese regreso a las aulas. “Elena, fría, estática, me dijo que daba clases de inglés a niños de cuatro años. 'Me pongo frente a la pizarra y escribo: ‘El cielo es blue’ y luego repito ‘bluuuuuue’ en voz alta. Hago lo mismo con ‘yellow’ y repito: ‘El sol es yellowwww’ en voz alta”, explicó la cronista.