La fortuna del rey emérito Juan Carlos I ha sido siempre un tema enigmático, lleno de especulaciones y rodeado de secretos financieros. Con un patrimonio estimado en unos 1.800 millones de euros, que abarca tanto la herencia de su padre como una serie de regalos y donaciones recibidas durante su reinado, la administración de estos bienes ha sido motivo de estrategias financieras meticulosas y discretas, especialmente para asegurar la transmisión de estos activos a sus herederos, evitando al mismo tiempo la intervención del fisco español.
Según informó Vozpopuli, la infanta Elena, con la ayuda del excoronel del Ejército del Aire y asistente personal de confianza de Juan Carlos, Nicolás Murga, ha llevado a cabo la venta de decenas de propiedades en las principales ciudades de España, como Madrid y Barcelona. Estos inmuebles, cuyo número supera la cuarentena, forman una parte importante del patrimonio de Juan Carlos I, y la venta se ha considerado estratégica para facilitar el acceso de sus hijas, las infantas Elena y Cristina, a su herencia, que se pretende dejar en forma líquida y en orden para el momento en que él no pueda gestionarla.
Juan Carlos I transforma sus propiedades en dinero para facilitar la herencia a las infantas Elena y Cristina
Las gestiones de venta incluyen propiedades situadas en distintas regiones de España, como Cataluña y Galicia. La necesidad de liquidar estos bienes responde también a la estrategia de evitar complicaciones fiscales, dado que gran parte de estos inmuebles están a nombre de terceros, como amigos del monarca, lo que complica aún más la tenencia de estos activos en el futuro. A través de la fundación creada en Abu Dabi, en la que las hijas del rey emérito figuran como patronas, tanto Elena como Cristina aseguran la transmisión de su herencia con las ventajas fiscales de esa jurisdicción y sin la intervención de Hacienda española.
El papel de Nicolás Murga en esta serie de operaciones resulta clave. Murga se encarga de la logística de las ventas y otras operaciones desde el extranjero, asegurándose de que cada transacción se lleve a cabo con precisión y discreción. Esta alianza entre Elena y Murga ha resultado efectiva para convertir estas propiedades en dinero líquido, proporcionando así a las infantas la posibilidad de recibir su herencia sin el riesgo de un escándalo fiscal. Algunos documentos han sido puestos en orden durante viajes a París y Ginebra, aprovechando los encuentros familiares fuera de España para abordar estos temas sin la mirada pública.
Estas acciones reflejan la voluntad de Juan Carlos de dejar su herencia organizada y libre de trabas para sus hijas. Las decisiones sobre los activos del rey emérito también demuestran la coordinación de su entorno inmediato en un esfuerzo conjunto por cumplir con su deseo de asegurar el traspaso de su patrimonio sin la intervención del fisco. A medida que esta liquidación de bienes continúa, surgen preguntas sobre la transparencia de estas transacciones y el posible retorno de Juan Carlos a España, un regreso que, sin duda, causaría un gran revuelo en la vida pública.