Hace años, el 12 de octubre, día de la Hispanidad, era un día muy especial para la monarquía. Y no solo para el núcleo duro formado por los reyes de España, sino también para el resto de la familia. En mayor o menor medida, la mayoría obtenía un protagonismo especial. Las cosas en la actualidad, sin embargo, han cambiado.
El ambiente turbio y tenso en familia real ha derivado en que, los únicos en representar a la corona en el desfile de las Fuerzas Armadas sean los reyes Felipe VI y Letizia, y la heredera, la princesa Leonor. Fuera de la ecuación quedan las infantas Elena y Cristina, que aunque no eran protagonistas absolutas, sí lo eran en segundo plano. Del mismo modo, tampoco hubo rastro de la reina Sofía, que se quedó en Zarzuela cuidando de su hermana Irene, cuyo estado de salud empeora cada día que pasa. El Alzheimer que padece desde hace tiempo avanza de forma acelerada, tal y como se ha podido ver en las últimas apariciones públicas de Irene, conocida en sus círculos cercanos como la tía Pecu, por lo peculiar que es.
Juan Carlos I lleva años vetado en el desfile del 12 de octubre
Asimismo, tampoco aparece ya Juan Carlos I, que durante tantos años disfrutó siendo el gran protagonista. El emérito lleva tiempo alejado de la familia real, y pese a los acercamientos de los últimos tiempos, no procede que vuelva a aparecer en una jornada tan marcada para la monarquía. Pero la ausencia de Juan Carlos I no solo tiene que ver con su alejamiento de la corona. Su estado de salud también tiene que ver. El emérito ya no está para ir de aquí para allá.
Juan Carlos I, a sus 86 años, ha enfrentado múltiples problemas de salud en los últimos años, y su deterioro físico es cada vez más evidente. Los problemas de movilidad que sufre, agravados desde su famosa caída en Botswana, donde se fracturó la cadera, han afectado profundamente su calidad de vida. Ahora depende de un bastón y, en los peores momentos, de una silla de ruedas. A pesar de los esfuerzos de su equipo médico para mejorar su situación, su movilidad se ve cada vez más limitada, y su dolor constante lo mantiene bajo una supervisión médica permanente. Este panorama ha obligado a la familia a realizar modificaciones en su residencia, incluyendo la instalación de rampas y un ascensor para facilitar sus desplazamientos.
La infanta Elena se desplaza a menudo para ir a cuidar de su padre
Ante este escenario, la infanta Elena ha asumido un papel clave en el cuidado de su padre. Durante los últimos años, ha realizado numerosos viajes para estar junto a él, ya sea en Sanxenxo, donde el rey emérito pasa largas temporadas, o en los Emiratos Árabes, su lugar de residencia actual. Este compromiso de Elena hacia su padre ha sido una constante, pero también ha afectado su propio estado de salud, ya que el estrés y la preocupación han pasado factura.
Las fuentes cercanas a la Casa Real indican que la infanta Elena podría estar lidiando con problemas de salud que han empeorado en los últimos tiempos, y que esto ha sido un factor determinante en su desaparición de la vida pública. Aunque no se ha hecho ningún anuncio oficial al respecto, se especula que su situación ha obligado a la familia a proteger su privacidad mientras recibe tratamiento y descanso.
No es casualidad que sea la infanta Elena quien esté más pendiente del estado de su padre. Desde siempre, ha mantenido una relación especial con Juan Carlos I. A pesar de las controversias y los errores cometidos por el emérito, Elena siempre ha mostrado una devoción absoluta por él.