Carlos Alcaraz es la nueva sensación del tenis mundial. El murciano de 19 años no falló en la final del Mutua Madrid Open ante el alemán Zverev, barriéndolo. Después de eliminar a Rafa Nadal y a Novak Djokovic, el partido por el campeonato no tuvo historia. Es un huracán. La superioridad es incontestable, y tiene al público en el bolsillo.
Alcaraz es un fenómeno, y la creme de la creme española está viviendo una euforia descomunal por la irrupción del heredero de Rafa Nadal, la quintaesencia patria. El desfile de celebrities y personalidades que estos días han pasado por la Caja Mágica ha sido descomunal, empezando por la máxima autoridad del Estado, el rey Felipe VI. Lo vimos en el partido de cuartos contra el manacorense en el palco presidencial, con unas gafas sol que no podían esconder algunas muecas de lo más extrañas. Quizás porque intuía que era gafe: Alcaraz, medio lesionado; Nadal, hundido por un joven al que doblaba la edad; y un miembro del público sufriendo un golpe de calor, provocando que se detuviera el match.
La tarde del domingo en Madrid ofrecía dos tipos de espectáculos de masas bien diferentes: o la final del tenis con la nueva joya de la corona española, o ir a ver a torturar animales en la plaza de toros de Las Ventas. Qué dilema para una familia muy concreta de la jet set española: la infanta Elena y sus hijos, Froilán y Victoria Federica. La influencer escogió la segunda opción, la de matar animales indefensos como manda la tradición. La vimos disfrutar con la sangre y el sufrimiento de las bestias en las graderías del recinto, una vez más sin su supuesto novio, Jorge Bárcenas. La separación es un secreto a gritos.
Por su parte, Elena prefería ir al tenis. Y lo hacía acompañada por un renacido, Froilán. Desaparecido del primer plano mediático desde hace tiempo, sólo sabíamos de él en grabaciones nocturnas o por incidentes extraños como el asalto de su villa mientras disfrutaba de la fiesta nocturna en Ibiza. Incluso hablaron de un posible intento de secuestro del Marichalar Borbón, rumores totalmente exagerados y sin fundamento. Son las historias para no dormir de esta familia, una más. Total, que madre e hijo asistieron al último acto de Alcaraz en Madrid. Y mientras el murciano ponía el espectáculo sobre la tierra batida, ellos lo hacían en las gradas. Los rictus de la infanta Elena su un delirio, el hazmerreír de las redes.
No pueden pasar desapercibidos. O no saben. Son hipnóticos.