La vida matrimonial de la infanta Elena con Jaime de Marichalar fue una época marcada por la tensión y la falta de libertad personal. Aunque hoy Marichalar vive apartado de los focos, las disputas con Elena sobre la crianza de sus hijos, Victoria Federica y Froilán, siguen siendo frecuentes. Ambos padres adoptaron enfoques completamente opuestos respecto a sus hijos: mientras Elena seguía las estrictas directrices de Casa Real, Marichalar se dedicaba a protegerlos y mantenerlos alejados de las decisiones drásticas.
Antes de casarse con Marichalar, Elena había considerado otras opciones románticas. Su primer amor, el jinete Luis Astolfi, y más tarde, el arquitecto Alfredo Santos Galera, ambos se negaron a continuar sus relaciones con ella debido al precio de formar parte de la Casa Real. Finalmente, fue Jaime de Marichalar quien la conquistó con su generosidad y detallismo, a pesar de la falta de una conexión amorosa inicial. La nobleza de Marichalar y su estatus social fueron bien recibidos por la alta sociedad española y la reina, quienes vieron en él un partido adecuado para Elena.
Jaime de Marichalar quería a la infanta Elena siempre de punta en blanco, incluso en casa
Pero el matrimonio entre Elena y Marichalar no fue una historia de amor tradicional. De hecho, Elena nunca estuvo enamorada de Jaime y no soportaba su carácter autoritario. Sin embargo, bajo la presión de su padre, el rey Juan Carlos I, fue obligada a seguir adelante con la boda para evitar una humillación pública.
La infanta Elena vio cómo su vida social se reducía considerablemente tras su matrimonio. Envidiaba a sus amigas que podían vestirse de manera cómoda o a la última moda, mientras Marichalar le dictaba estrictamente cómo debía vestir. Incluso llegó a confesar: "¡Qué gusto, hija! Yo me pongo cualquier zapatilla y Jaime me mata. ¡No puedo ni llevarlas en casa!”. Esta imposición sobre su vestimenta fue solo una de las muchas restricciones que tuvo que soportar durante su vida conyugal.
A pesar de tener dos hijos con la esperanza de mejorar su relación, el comportamiento de Marichalar se volvió más difícil, especialmente después de sufrir un ictus que le dejó con cambios de humor extremos. Elena finalmente decidió que el divorcio era inevitable, aunque su padre le pidió que esperara hasta que Marichalar se recuperara.
El matrimonio cambió el carácter de la infanta Elena
Sin embargo, el matrimonio cambió drásticamente la personalidad de Elena. Antes conocida como la infanta del pueblo, que disfrutaba de cenas informales en vaqueros, Elena fue alejándose de su círculo de amigos debido a la influencia de Marichalar. Él anhelaba pertenecer a la "beautiful people" y disfrutaba de la moda y la vida social, mientras que Elena prefería una vida más sencilla y hogareña. Poco a poco, su agenda se llenó de compromisos sociales y su vestuario se transformó en alta costura, lo que la llevó a descuidar amistades y olvidarse de fechas importantes.
Este cambio en Elena no pasó desapercibido para sus amigos más cercanos, quienes notaron cómo perdía su espontaneidad y se sumía en los problemas que su vida con Marichalar le traía. A pesar de los intentos de justificar su comportamiento, es evidente que el matrimonio con Jaime de Marichalar la alejó de la vida que realmente deseaba, imponiéndole una serie de restricciones que limitaron su libertad personal y afectaron profundamente su felicidad.