Algunas personas describen a la infanta Elena como alguien de carácter reservado e incluso distante, lo que ha llevado a que se le perciba como poco accesible o fría. No obstante, quienes han tenido la oportunidad de conocerla más de cerca aseguran que esta percepción no se ajusta a la realidad. Con el paso de los años, y especialmente tras su divorcio de Jaime de Marichalar, su personalidad ha experimentado una notable transformación. A pesar de que no se le ha conocido ninguna relación sentimental desde entonces y ha optado por un estilo de vida más independiente, su entorno más próximo la define como la más divertida dentro de la familia Borbón. Esta faceta podría estar relacionada con el carácter extrovertido y la afición por la vida social que han heredado sus hijos, Victoria Federica y Froilán. Aunque su imagen pública pueda sugerir discreción, en privado la primogénita del rey Juan Carlos I posee un espíritu espontáneo y festivo que no suele mostrarse ante las cámaras.
En Madrid, la infanta Elena disfruta con frecuencia del ambiente nocturno de la capital. Se la ha visto en numerosas ocasiones asistiendo a espectáculos en la Gran Vía, cenando en restaurantes de moda, disfrutando del flamenco en tablaos y participando en veladas de karaoke y baile. Sus fines de semana suelen estar llenos de planes junto a amigas, aunque prefiere mantener un perfil discreto para evitar llamar demasiado la atención y generar controversias en torno a la Casa Real. En varias oportunidades, ha optado por salir de los establecimientos por puertas traseras con el fin de esquivar a los fotógrafos. Su afición por las fiestas a veces se extiende hasta altas horas de la madrugada, algo que no ha pasado desapercibido para los paparazzi, aunque sus escoltas se encargan de proteger su privacidad y evitar que se tomen imágenes que puedan afectar su imagen pública.
Uno de sus mayores intereses es el baile. De no haber pertenecido a la realeza, quizás habría seguido una carrera profesional en esta disciplina. Durante su infancia, su madre, la reina Sofía, fomentó su pasión inscribiéndola en clases privadas de danza en el Palacio de la Zarzuela, donde demostró tener un gran talento. Su amor por las artes escénicas ha influido en su círculo social, que incluye a bailarines, actores, directores de cine y productores teatrales. Esta inclinación artística es parte esencial de su vida y se refleja en las amistades que cultiva, así como en los eventos a los que asiste con regularidad.
La infanta Elena no se pierde ni una fiesta, Felipe VI y Letizia están cansados de su comportamiento
Con la llegada de la Navidad, la infanta ha organizado varias reuniones con amigos en distintos lugares, desde restaurantes y hoteles hasta su propia residencia. En algunas ocasiones, los vecinos se han quejado del ruido provocado por las celebraciones, que se han extendido hasta la madrugada. En la Casa Real, este tipo de situaciones genera cierta preocupación, pues tanto ella como sus hijos suelen salir con mayor frecuencia en estas fechas.
Si bien su comportamiento no se considera inadecuado ni existen indicios de excesos con el alcohol, su naturaleza abierta y sociable podría representar un riesgo para la institución. En momentos de distensión, tras haber tomado algunas copas, podría compartir información privada sin ser plenamente consciente de ello. Un episodio reciente en un local nocturno ejemplifica esta situación. En un ambiente festivo y dejándose llevar por la emoción del momento, decidió subir al escenario a bailar. Sin embargo, su actuación no fue bien recibida por algunos asistentes y generó comentarios negativos. Al percatarse de la situación, sus escoltas actuaron con rapidez para evitar que se tomaran imágenes comprometedoras y la sacaron discretamente del lugar a través de una salida alternativa.
Aunque estos incidentes pueden parecer inofensivos, representan una fuente de inquietud para la Casa Real, que busca preservar una imagen institucional impecable y libre de polémicas innecesarias.
