La infanta Elena es una pionera en la Casa Borbón. Fue la primera de la Familia Real española al estrenar una categoría tabú, la de divorciada. Esta estirpe es capaz de aguantar lo que sea con el fin de no romper los votos sagrados del matrimonio, como ha demostrado Juan Carlos con Sofía o incluso Cristina con Iñaki. Bien, esta última está a punto de cambiar de estado civil tras año y medio separada al descubrirse la infidelidad del vasco, pero hasta que no firme los papeles sigue llevando el anillo de casada. Sí, parece masoquismo. Pero es una tradición, y con las tradiciones ya se sabe, hay que respetarlas.
El caso de la separación de Elena y Jaime Marichalar, el del famoso cese temporal de la convivencia en 2007 y divorcio oficial en 2009, es singular por ser el primero y también por su leyenda negra. Los problemas llegaron 6 años despues de casarse en 1995. En el 2001, en plena crisis, llegaba el ictus del padre de Froilán y Victoria Federica, que tenían en aquel momento 2 y 1 años. Algunos apuntan a factores nada saludables en la aparición de este problema, incluso se asegura de que la demanda de separación hablaba de adicciones. Intentó apoyar a su marido pero la relación estaba condenada, y masticó durante 6 años más la decisión final. Desde aquel momento se cerraba, oficialmente, el capítulo amoroso de la infanta, no le hemos conocido más novios, rolletes o ilusiones. Todo lo contrario a su vida previa a Marichalar. Tuvo unos cuantos pretendientes, aunque ni uno cuajó.
Elena de Borbón se quedó con Jaime Marichalar tras tener otros pretendientes famosos
Ni Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba, ni tampoco el príncipe Eduardo de Inglaterra, hermano del actual rey británico, ni jinetes ni flowers. Por una razón u otra nadie acababa de dar el paso adelante y pedir la mano de la primogénita del rey de España, a la que Juan Carlos había privado de ser reina por "no considerarla preparada intelectualmente", según Jaime Peñafiel. Solo el aristócrata español le hizo el peso, una elección de la que se ha arrepentido durante todos estos años. Incluso en la actualidad, con todo el rosario de escándalos protagonizados por Pipe y Vic, los Zipi y Zape de la monarquía española. Elena le reprocha a su exmarido ser el catalizador de su conducta exhibicionista y poco edificante; él se opone frontalmente al destierro de Froilán e, imaginamos, a medidas similares con la influencer. No se entienden, no hay solución. Pero curiosamente ambos han quedado ligados por una constante: no han vuelto a rehacer sus vidas con nadie. Parece una maldición.
Un torero famoso y decrépito tirándole la caña, Elena alucinada
Ahora bien, mantener la soltería y el celibato no parece una idea nada descabellada si tenemos en cuenta que algunas propuestas ha tenido. Y dan miedo. Elena es muy aficionada a los toros, disfruta con este cruel y sádico "espectáculo" tan españolista y rancio. Comparte pasión con su padre, amigo de toreros y habitual de las plazas de toros antes de largarse a Abu Dabi. Más de un matador se ha interesado en algún momento por ella en términos que iban más allá de la amistad. El caso que nos ocupa, por ejemplo: como cuándo un decrépito José Ortega Cano le tiraba los trastos durante una entrega de premios el pasado mes de diciembre. El ex de Rocío Jurado se acababa de separar de Ana María Aldón y tenía su "semén de fuerza" en oferta. Se ve, según la revista Pronto, que iba un poco eufórico, simpático, a gustito. Y cuando vio a Elena sacó la caña a pasear: "Se acercó a la hermana de Felipe VI y le dijo que tuviera cuidado, que él estaba libre y con muchas ganas de encontrar pareja". La aludida "se tomó el comentario como una broma y comenzó en reírse". Alguien de los presentes llamó la atención a Ortega, pero "ya lanzado, hizo caso omiso a los consejos y soltó: "Infanta, está usted muy guapa, tenga cuidado que estoy soltero". Desagradable, muy desagradable. Entendemos que siga soltera, claro.
Mejor sola que mal acompañada. En este caso concreto, peor.