El pasado fin de semana, la boda entre Victoria López-Quesada, hija de Pedro López-Quesada y Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y Enrique Moreno de la Cova, hijo de Enrique Moreno de la Cova Maestre y la pintora Cristina Ybarra y Sainz de la Maza, se convirtió en el escenario de uno de los eventos más comentados del círculo social de Madrid. Celebrada en la finca Soto Mozanaque, ubicada en Algente, a escasos 20 minutos del centro de la capital, la ceremonia reunió a numerosas personalidades de la aristocracia y la nobleza española. Sin embargo, fue la infanta Elena quien, para mal, se llevó gran parte del protagonismo.
La boda comenzó de manera impecable, con los invitados llegando en vehículos privados y autocares, bajo estrictas medidas de seguridad. Entre los presentes se encontraban miembros destacados de la familia real, incluidos el rey Felipe VI y la infanta Cristina, quienes llegaron juntos, así como dos de los hijos Urdangarin, Irene y Juan. También hicieron acto de presencia otros ilustres como los condes de Osorno y el duque de Huéscar. Sin embargo, todas las miradas se dirigieron hacia la infanta Elena, que asistió acompañada de su hija, Victoria Federica.
La infanta Elena no pasó desapercibida en la boda de Victoria López-Quesada y Enrique Moreno de la Cova
El comportamiento de Elena durante el evento fue, cuanto menos, llamativo. En contraste con la imagen pública que suele proyectar como miembro de la familia real, varias fuentes indican que en círculos más privados, la infanta exhibe una personalidad mucho más desinhibida y con un humor irónico e inteligente. De hecho, se sabe que Elena siempre ha sido una amante del baile, habiendo tomado clases de ballet en su juventud. No obstante, en esta ocasión, su entusiasmo y alegría se desbordaron más de lo habitual, y para algunos de los presentes, su comportamiento fue visto como impropio de una infanta.
Al parecer, la infanta Elena se dejó llevar por el ambiente festivo de la boda, llegando a un punto en el que, según testigos, su comportamiento se tornó demasiado "chisposo". Esta actitud desenfrenada, aunque celebrada por algunos como una muestra de su carácter genuino y alegre, fue vista por otros con una mezcla de sorpresa y desaprobación. Elena, que en público suele mantener una postura más reservada y protocolaria, dejó al descubierto una faceta que muchos no conocían, y que algunos consideran poco apropiada para alguien de su posición. Mientras algunos defienden su derecho a disfrutar y mostrarse tal cual es, otros ven en este episodio una falta de consideración hacia la imagen de la familia real.