La infanta Elena, según muchos observadores, encarna el espíritu más auténtico de la familia Borbón. Su postura ha sido siempre clara: es una fiel defensora del legado de su padre, Juan Carlos I, y no oculta su descontento con las decisiones de Felipe VI, especialmente aquellas que considera humillaciones hacia el emérito en los últimos años. Aunque se mostró emocionada durante la proclamación de Felipe como rey de España, no comparte la decisión de su abdicación ni mucho menos su exilio a miles de kilómetros de su hogar. De hecho, la infanta Elena ha mantenido una relación cercana y constante con su padre, visitándolo en numerosas ocasiones y acompañándolo en sus escapadas a Sanxenxo. Es evidente que desea estar a su lado el mayor tiempo posible, consciente de que los años avanzan y su tiempo juntos podría ser limitado.
La gratitud de Elena hacia Juan Carlos I va más allá de lo emocional, ya que el rey emérito fue determinante en su estabilidad económica. Fue él quien le consiguió un puesto en la Fundación Mapfre, donde percibe un salario anual de 300.000 euros, es decir, unos 25.000 euros mensuales. A pesar de este elevado ingreso, la infanta enfrenta dificultades para administrar su dinero. Es conocida por ser poco ahorradora y tener hábitos de gasto excesivo, invirtiendo gran parte de sus ingresos en compras impulsivas. Este comportamiento la acompaña desde su juventud.
La adicción de la infanta Elena por las compras compulsivas
En su adolescencia, Elena desarrolló una fascinación particular por la teletienda. Según se ha reportado, era habitual que adquiriera una amplia variedad de productos, especialmente aquellos que prometían pérdidas de peso rápidas y sencillas. Este hábito llegó a preocupar profundamente a sus padres, Juan Carlos y Sofía, quienes no estaban de acuerdo con estos gastos descontrolados. Para evitar reprimendas, la infanta encontró en los hermanos Fuster, amigos cercanos de la familia, unos aliados que la ayudaban a recibir y ocultar los paquetes en su casa familiar.
Según testimonios recogidos por algunos medios, en la década de los 90, las noches en el Palacio de la Zarzuela tenían un protagonista inesperado: la teletienda. Elena repetía un ritual nocturno casi a diario, comprando una amplia gama de productos. Aunque mostraba interés por todo tipo de artículos, su debilidad eran los relacionados con la pérdida de peso. Este hábito, mantenido en secreto, pudo haber desembocado en problemas más graves de haberse hecho público, pero sus amigos la ayudaron a encubrirlo.
A lo largo de los años, Juan Carlos ha sostenido financieramente a la infanta Elena y a sus hijos, Victoria Federica y Froilán, proporcionando apoyo económico continuo. Este respaldo ha sido fundamental para mantener su estilo de vida, que a menudo parece exceder los límites de la prudencia financiera.