España es campeona de la Eurocopa, sí. Muy bien. Eso de jugar al fútbol, fetén. Del resto, nada de nada. Más que un título del año 2024, lo que vimos en Berlín, en Madrid y en otros puntos del estado español, recuerda más al franquismo, a la ignorancia, al asco y al complejo eterno del homo hispanicus. Ya no hablamos del gentío mononeuronal destrozando mobiliario urbano, agrediendo a policías, insultando de manera xenófoba a Lamine Yamal, etcétera. Es que este equipo que habéis animado, también vosotros, progres y supuestos catalanistas (¡e indepes!), tiene a personajes tan nocivos para la sociedad como Carvajal o el tal Joselu, dos adoradores de ultras, racistas y machistas. Un saco donde, guste o no, tenemos que meter a iluminados como Morata, que será muy buena persona, amigo de sus amigos y de los que siempre saludan en el rellano de la escalera; o incluso Rodri, enorme mediocampista pero con poca vista; los dos cantando el 'Gibraltar español' como celebración de la victoria futbolística. O Ferran Torrres, ridícul i patètic. Esto es España. Mejor dicho, españa. Con minúsculas.

La fiesta de celebración en la Cibeles, ubicación perfecta para el españolismo más vomitivo, fue terrorífica. No sacaron a la momia del dictador de milagro. Todo lo que se ganó jugando al fútbol lo perdieron sobre el escenario. Lo más lacerante es que si Inglaterra hubiera remontado el partido, los mismos seres vivos que vitoreaba a 'La Roja' los habrían matado, especialmente a Yamal y a Nico Williams. España, país de oportunistas. Y hablando del tema: no podía faltar la infanta Elena, acompañada por la princesa ni-ni: Victoria Federica.

Elena y Victoria Federica / X

Las borbones se dejaron caer por la celebración, saludando a los jugadores antes de salir al escenario y animando, desde la zona VIP junto al alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. Arrasó en el bazar del todo a cien y abandonó su condición de supuesta royal para entregarse a lo que más le gusta: una españita en blanco y negro, absurda, insultante y nada inteligente. Su actitud pueril, desgañitándose mientras cantaba la famosa soflama ultra de Gibraltar, resulta especialmente patética para alguien con su apellido. Qué repugnancia. Qué hipocresía. Y qué ignorancia, también.

La red, unánime: destroza a Elena, Federica y a la saga borbónica. Son indignos. Pero enhorabuena, disfruten de lo animado. No vengan a llorar mañana, sin embargo.