La infanta Sofía sigue los pasos de su hermana princesa y futura reina de España, Leonor. Sus padres han determinado que sigan caminos paralelos. Después de la etapa escolar y el instituto, un par de años internas en el extranjero, a ver mundo, a despertar, a salir del cascarón de niñas ultraprotegidas en Zarzuela. A ver, que el UWC Atlantic College de Gales no sería el paradigma de entorno hostil ni dejado de la mano de Dios, pero al menos permite que las niñas se espabilen. Y hagan las cosas que tocan a jóvenes como ellas, algo que en Madrid siempre han tenido bien jorobado. Vestirse como quieran, hincharse sin el control materno y empezar a introducirse en el mundo de las juergas y los amores tempranos. Ya solo por eso, siempre nos quedará Galas.
Sofía es el relevo royal español en los muros medievales del recinto educativo. Y hay que decir que llega con la lección aprendida. Leonor la ha puesto en situación con respecto a los usos y costumbres del lugar, con especial énfasis en el tema fiesta. Según se ha explicado en diferentes medios, es la primera de la clase. La que se apunta a un bombardeo. Fiesta de inauguración, Halloween, acampadas, eventos temáticos. Lo que haga falta. Dice que sí a todo, y deja huella. "Es la más popular entre sus compañeros", dice EsDiario de Federico Jiménez Losantos. Zarzuela sabe que el tipo de fiesta local no tienen nada que ver con el desenfreno del primo Froilán, pero lo miran de cerca y contienen la respiración. El control es total. Que no salga ninguna fotografía comprometida, por favor.
Hablando de fiestas y fotografías: el internado ha publicado un par bien curiosas, y que forman parte de una actividad festiva de carácter social. Cocinar productos y venderlos para obtener ganancias destinadas a proyectos solidarios. Han bautizado esta edición, a través de la cual han llegado a una recaudación de 1.500 libras esterlinas, como la de los sabores 'Ibero-latinos'. Seguro que la española ha tomado parte en la actividad, pero no tenemos muy claro que haya sido en los fogones. A Zarzuela les dan todo hecho, y cuando toca hablar de yantar, no solo eso: también tiene que pasar por el filtro impenetrable de la férrea Letizia. Vaya, que no imaginamos a las niñas con un delantal cocinando empanadillas de atún ni churros. Son veneno. Prohibidos radicalmente, a menos que sean de quinoa y seitán.
Los churros de la infanta no tienen un aspecto pésimo, la verdad. Otra cosa es el acompañamiento. Un potito parecido al que te dan en el hospital para tomarte los medicamentos, con una cucharada de un chocolate a la taza de una negrura que intimida, y otro recipiente con un potingue de color marronáceo poco agradecido, textura pesada y apariencia desagradable. ¿Qué será? No lo sabemos si lo queremos saber. Ahora bien, tiene que ser para lamerse los dedos: también acompaña las empanadillas, algunas chamuscadas, que elaboraron para los pobres pardillos que empiezan a descubrir, de aquella manera, la gastronomía 'ibero-latina', sea la que sea. En todo caso, lo que sobra en los dos platos es grasa. Se nota. Traspasa la pantalla. Pobre Letizia, otra vez traicionada. Gales es el principio del fin.