El año 2015 marcó un punto de inflexión en la historia reciente de la monarquía española. La abdicación de Juan Carlos I, motivada por una serie de escándalos personales y financieros, sumió a la Casa Real en una de sus crisis más profundas. Desde cuentas secretas en paraísos fiscales hasta episodios polémicos como el asesinato furtivo de elefantes en Botsuana, el reinado del emérito terminó envuelto en un manto de controversia que afectó tanto su imagen como la de la institución que representaba.

En ese contexto, su hijo, Felipe VI, ascendió al trono con la intención de limpiar la reputación de la monarquía. Uno de los gestos más significativos del nuevo rey fue renunciar públicamente a la herencia de su padre. Aunque legalmente no se puede rechazar una herencia en vida del causante, Felipe dejó claro que no quería recibir ni manejar los bienes ni el dinero acumulado por Juan Carlos, cuya procedencia estaba en entredicho.

Juan Carlos firma abdicación
Juan Carlos firma abdicación

Felipe VI se desvincula de la herencia de Juan Carlos I

Esta decisión, aunque simbólica, tuvo un impacto directo en sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Al desvincularse Felipe de la fortuna de su padre, ambas quedarían excluidas de cualquier beneficio económico relacionado con su abuelo. Sin embargo, esto no significa que las hijas de Felipe y Letizia queden en una posición desfavorable. Muy al contrario, el futuro de Leonor y Sofía está asegurado gracias a dos herencias que las convertirán en millonarias.

La primera herencia provendrá de sus propios padres. Como miembros de la familia real, Felipe y Letizia cuentan con un patrimonio significativo, producto de sus ingresos oficiales y otras inversiones personales. Este legado garantizará la estabilidad económica de las hermanas, independientemente de las polémicas que puedan rodear al resto de la familia.

Leonor i Sofia   GTRES
Leonor i Sofia GTRES

Dos herencias que las harán millonarias

La segunda herencia, y quizás la más relevante, está vinculada a la reina Sofía, madre de Felipe VI. Aunque su papel como consorte de Juan Carlos fue discreto, la emérita acumuló un patrimonio sustancial durante décadas. Este capital, que fue construido junto al emérito, se repartirá eventualmente entre Felipe y sus hermanas, las infantas Elena y Cristina. En última instancia, buena parte de estos bienes terminarán en manos de Leonor y Sofía, consolidando su posición como dos de las figuras más acaudaladas de la monarquía europea.

Paradójicamente, a pesar de la renuncia de Felipe VI, parte del dinero de origen cuestionable acumulado por Juan Carlos I terminará fluyendo hacia las cuentas de su hijo y sus nietas. Esto plantea una contradicción para el monarca, quien ha intentado desvincularse de la herencia económica de su padre, pero no puede evitar que su descendencia se beneficie de ella indirectamente.