Juan Carlos es el abuelo preferido de los Borbones. Paga caprichos, consiente todo tipo de actitudes, incluso pone en marcha operaciones de rescate para aquellos en problemas. Normal que Victoria Federica se tatúe en su honor, o que Pablo Urdangarin prefiera presentarle su pareja antes que a la futura reina de España. La protección y estima del yayo, sin embargo, tiene dos excepciones notables: Leonor y Sofía. Las hijas de Felipe y Letizia son un campo vetado al emérito, los reyes de España no quieren que las contamine. Poquísimas son ya las ocasiones en las que han asisten a reuniones familiares: el cumpleaños de Leonor, la única en 6 años. La anterior, documentada gráficamente, es muy famosa y polémica: la famosa misa de Resurrección en la Catedral de Palma, con la pelea de Letizia (y las niñas de escudo humano) contra su suegra como gran reclamo. Era un mal presagio.
Sofía acaba de cumplir 17 años lejos de Zarzuela y de su convulso día a día. Convulso por los alborotos habituales de la Casa Real, que quede claro. La alumna del internado elitista UWC Atlantic College de Gales está, muy a su pesar, contando las horas para acabar el primer curso de Bachillerato y volver a Madrid a disfrutar de unas vacaciones que, sin ningún tipo de dudas, serán diferentes del resto. Principalmente por la sensación de añoranza de la libertad conseguida en el Reino Unido, de su privacidad (no siempre, es bien cierto) y de experiencias iniciáticas mucho más golosas que la aburrida y rígida vida madrileña. A mediados de junio dirá adiós a compañeros, compañeras y costumbres que la han acompañado durante meses. Ha aprendido muchas cosas. Algunas de ellas, de mal recuerdo familiar.
Juan Carlos fruncirá el ceño en Sanxenxo cuando se entere del último proyecto de la escuela. Una disciplina artística que le hace pensar en una amante legendaria, problemática y que nunca ha dejado de fastidiarle: Bárbara Rey. Hablamos, sí, del circo. El marido de la de Totana, Ángel Cristo, era domador de fieras, y la propia Bárbara debutó sobre el escenario adiestrando elefantes ante el público. Cristo le dio muy mala vida a Rey, con maltrato, drogas y situaciones espantosas. Los hijos de la pareja, Sofía y Ángel, sufrieron las consecuencias de una relación terrible. Es bien seguro de que, en la intimidad de aquellos encuentros entre la vedette y el monarca, el tema del circo saliera en las conversaciones. Y no de manera positiva, ni mucho menos. La infanta, involuntariamente, reabre heridas que parecían cicatrizadas.
El centro educativo dedica unas semanas de su programa actual al mundo circense, a través de entrenamientos en números acrobáticos con cuerdas, trapecio o pértiga. Se trata de una colaboración con la escuela de circo de Cardiff, y está teniendo una buena aceptación entre los alumnos del UWC. Ahora que la infanta ya no es futbolera, puede continuar con la práctica deportiva a través de ejercicios de flexibilidad, equilibrio y piruetas. En realidad nos parece muy adecuado, porque habrá aprendido algunas técnicas que le permitan escapar de las miserias de Zarzuela durante el verano. Quién sabe si con tres saltos y una voltereta puede huir del Pabellón del Príncipe y evadirse. Y quién sabe, si en el futuro, llegar a llamar la atención de la royal mundial más famosa del mundo del circo: Estefanía de Mónaco. De momento, que vaya practicando.