Volver a la escuela, cuando ya tienes cierta edad, no es tan divertido ni tan deseado como durante la infancia. A medida que pasan los años y los cursos, la pereza hace acto de aparición. Reencontrarse con los compañeros y compañeras, con profesores y directoras, etcétera, ya no mola. Es ley de vida. Como también es ley de vida que los hermanas y hermanas tengan que separar sus caminos al cambiar de ciclo educativo y de centro, como es el caso de las dos  adolescentes de la realeza española: la Princesa Leonor y la Infanta Sofía. La primera, como todos sabemos, ya está en Gales para hacer el bachillerato en un internado muy elitista. De hecho, ya empieza a salir del caparazón, disfrutando de sus primeras fiestas con el nuevo grupo. Se está haciendo mayor, es inexorable. Y ni todo el poder de la sangre azul puede hacer nada para evitarlo, aunque la Reina Letizia haya querido parar el tiempo y mantener a sus criaturas bajo el ala ultraprotectora e infantilizante. Vida 1 - Letizia 0.

Perder a la primogénita no ha sido nada fácil en Zarzuela. Felipe VI, la consorte y la segunda hija fueron a despedirla al aeropuerto dejando entrever cierta humanidad en la siempre insensibilizada Corona. No la volverán a ver en una buena temporada, porque el centro del Reino Unido es bastante estricto con las visitas, limitándolas al máximo. Un adiós en toda regla, vaya. De los que hacen daño en el alma. Toda la familia, sin embargo, estuvo unida durante el trance. Pero este sentimiento se está evaporando a gran velocidad, como hemos podido comprobar esta mañana durante la vuelta de Sofía al colegio Santa María de Rosales, dónde cursará 4.º de ESO. La primera vez que lo hacía sin la hermana, la confidente y la amiga, aunque una sea heredera al trono y la otra no. Una mañana no demasiado estimulante, pero que Letizia ha acabado de estropear volviendo a demostrar que trata de diferente manera a las dos hijas: se ha cargado la tradición familiar de acompañarlas en el primer día.

ANTES:

Felipe y Letizia siempre acompañaban a Leonor y Sofía el primer día del curso / GTRES

AHORA:

La Familia Real despidiendo a Leonor en el aeropuerto camino de Gales / Twitter

La Infanta Sofía en el primer día escuela sin Leonor ni sus padres / GTRES

A primera hora de la mañana, un vehículo de alta gama negro, negrísimo, entraba en el centro educativo. No había ningún tipo de dudas: era la comitiva de los Borbones. Los fotógrafos esperaban captar la singularidad de ver a Sofía por primera vez en solitario, pero acompañada por los monarcas y padres, claro. En otras ocasiones siempre se dejaban ver, saludaban, hacían aquello que hacen los reyes y reinas de mover la manita. Pues todo eso se ha acabado. Si Leonor va sola a clase, la pequeña también. O eso es lo que suponemos que ha decidido Letizia... y que no ha correspondido Felipe. El padre sí que estaba allí, conduciendo el coche como acostumbra a hacerlo, pero sin bajarse ni hacer ningún moneria de cara a la opinión pública y a los fans. Sólo estiraba los dedos de la mano sobre el volante como saludo. Ha dejado a la hija, media vuelta y hacia casa. Más que el padre de otros años, parecía un chófer de mercancías.

Sofía ha saltado del vehículo y se ha dirigido hacia el aula con su mochila llena de llaveros, el uniforme, la mascarilla y una fiambrera roja donde seguramente los cocineros de Zarzuela le han puesto las lentejas y el pollo rebozado. Su cara no era la de la persona más feliz del planeta, a pesar de ser una privilegiada de cuna. Quizás los privilegios que le importan son otros: las demostraciones de afecto y ser tratada como su otra hermana. Es sólo una percepción, pero a Sofía el futuro le ofrecerá una buena dosis de soledad... en la soledad de un palacio.

Felipe VI lleva a la Infanta Sofía al colegio en su primer día / Europa Press

Infanta Sofía, primer día de escuela en solitario / Europa Press

Seguro que Letizia ha tomado esta decisión por motivos de agenda, o porque no quería "un lío de protocolo", como aquello que dijeron de la ausencia del entierro de la abuela Menchu. Siempre hay alguna excusa. El caso es que el gesto queda para siempre. Y no es nada bonito.