Estos días convulsos para la reina Sofía, con ingresos hospitalarios, vías intravenosas y situaciones inquietantes, hemos echado de menos a dos personas muy relevantes en la vida de la griega. Juan Carlos, su marido, e Irene, su hermana. Son casos totalmente opuestos, el emérito pasa de ella como del tifus desde hace décadas, mientras que la 'Tía Pecu', inseparable de la madre de Felipe desde hace 40 años, la ha esperado en Zarzuela porque su estado tampoco es el más ideal para visitar clínicas ni enfermos. No se los ha visto por la Ruber Internacional, y mejor dejarlo estar. Eso podría haber provocado encuentros muy incómodos, que se abrieran conflictos pendientes. Y todo sin la vigilancia de Sofía. Alto riesgo.
Irene no soporta a su cuñado, y tiene motivos de sobra para no variar su actitud. Se ha comido de cerca las calamidades que ha hecho pasar a su hermana, la infidelidad descarada, despiadada e infinita. El desprecio absoluto por la persona que tenía a su lado, y de la que nunca fue valiente para divorciarse de manera honorable. Pero no es solo eso, también es personal. Si 'La Pecu' acabará sus días en Madrid, sin más familia que su hermana y en una posición frustrante, está también por obra y gracia de Juan Carlos de Borbón, que no ha dejado de tocar lo que no suena a su familia política. Sorprende, la verdad, que no se haya querido perder los funerales y entierro de Constantino II, después de hacerles la vida imposible tanto tiempo.
Pilar Eyre, eminencia de la crónica real, recuerda perfectamente qué pasó entre la extraña pareja, cuál fue el conflicto que hizo partir peras para siempre. ¿El resumen? Que si Irene es soltera empedernida es gracias o, mejor dicho, por culpa de la actitud chuleta, agresiva e intervencionista de un rey que se creía superior al resto. Resulta que la hermana de Sofía hizo match con un personaje que, años más tarde, triunfaría en el ruedo aristócratico: Jesús Aguirre. Este exsacerdote jesuita comparte pasión con las griegas, la música clásica. Exdirector de Música y Danza del Ministerio de Cultura, Aguirre empezó a tener vínculos amistosos con Irene. Se dispararon los rumores de una posible incorporación inminente al universo royal. Por fin una pareja, el gran anhelo de la helena, a la que siempre habían aguado la fiesta guitarra con anteriores pretendientes. Se equivocaba. Este tampoco cuajaría.
Juan Carlos fue consciente del flirteo entre griega y exreligioso, y espetó a Jesús: "Deja en paz a mi cuñada, que es una inocente y todo se lo cree... No la enredas, no quiero que vuelvas a llamarla". Una advertencia que asustó al tipo, claro, no quería problemas con el todopoderoso Borbón. Por eso desapareció de escena, empezando a alternar con Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba. Esta no se escapó. En 4 meses, al saco. Irene, al ser consciente de la jugada, se subía por las paredes. Y con razón: antes le había hecho lo mismo con un primo, Gonzaló de Borbón, al que consideraba un "golfo", decía Eyre. Como debía ser el perla, si Juancar lo tenía en tan alta estima. Amenazó a su familiar, sin vaselina ni nada: "Si sigues adelante con mi cuñada, te expulsaré de España". Mira quien ha acabado, finalmente, fuera de su reino y sin poder pisar su casa. Podrido de dinero, pero es todo el que le queda. Qué triste.