Irene de Grecia, la famosa 'Tía Pecu', es uno de los personajes más singulares de Zarzuela. Y hablamos de Zarzuela no de manera simbólica, no. Literal. Vive allí, en el palacio más representativo de la monarquía española, desde hace décadas. Ha aguantado más que Juan Carlos o el propio Felipe, para entendernos. Una superviviente, y el hombro sobre el que llora, se enfada, reniega y consiente su hermana, la reina emérita Sofía. Es consejera y dama de compañía. También espectadora de lujo de las miserias de la corona: las pretéritas, con Juan Carlos haciendo la vida imposible a su mujer; y las actuales, con Felipe VI y Letizia perdiendo batallas y salpicados hasta el moño de porquerías como las de Jaime del Burgo. Es como 'The Observer', pero en versión royal. Con eso ya sería peculiar, sí; después viene todo el rollo de vegano, asceta, yoggi y similares. Un caso.
La salud de la tía Irene ha preocupado durante los últimos meses: las informaciones hablaban de un deterioro cognitivo y bajón físico severo. Sin embargo, ha seguido presentándose en los actos internos en los cuales estaba invitada, como el cumpleaños de la princesa Leonor y la famosa comida de inmolación de Letizia por el aniversario de Elena de Borbón. Tiene 81 años y no sería el paradigma de un aspecto saludable y jovial; Sofía, con 85 y la mochila llena de penas, parece más fresca que su hermana. Pero tampoco rezuma sensación de drama inminente, de un nuevo luto en la rama griega tras la muerte de Constantino II, ahora hace un año. Hipotéticamente, claro. Porque hablamos de edades avanzadas, es obvio.
La despedida del exrey griego en Atenas reunió a una nutrida representación borbónica. Los únicos que se lo saltaron fueron Leonor y Sofía, a las que a menudo dejan al margen de todo. Sus ausencias chirrían, aunque viendo los desafíos de Juan Carlos, Victoria Federica o Pablo Urdangarin, se entiende que la relación no sería precisamente ideal. Y hay un aspecto que toca de cerca a Irene de Grecia y al día que no esté: qué dejará en herencia la 'Tía Pecu'. O mejor dicho, qué no. La griega ha cerrado definitivamente su joyero real y se salta una tradición: joya que luce algún miembro de la Familia Real española, joya que incorporan a su colección. No pasarán, grita Irene. No pasará con una tiara de larga historia en su familia helénica, pero que prestó a la infanta Elena en una ocasión para ir a un baile. Era 1993. Esta, la tiara de circunferencias, la del Círculo Griego:
'Monarquía Confidencial' habla sobre esta diadema, "una pieza muy valiosa para Irene de Grecia que empezó a utilizar tras cumplir la mayoría de edad en los años sesenta". Es un diseño sencillo, del siglo XIX, que originalmente llevaba un diamante central en forma de lágrima. Desapareció, quizás durante algunos traslados, descuidos o urgencies después de que Grecia aboliera la monarquía y enviara a sus royals al exilio. La primera que la utilizó fue Sofía de Prusia, después la llevaría Catalina de Grecia, y finalmente reapareció sobre la cabeza de la 'Tía Pecu' en 1986, durante una merienda en Madrid con la reina Isabel II de Inglaterra. El digital explica que la intención de la señora es que vuelva a Grecia, y que de ninguna de las maneras acabe sobre la cabeza de Letizia, pero sobre todo, de su sobrina-nieta reina Leonor. Irene, genio y figura: dará guerra hasta el final, y no dejará ni un céntimo.