Iñaki Urdangarin, guste más o menos, es un personaje de novela. Leyenda deportiva, yerno y cuñado de reyes, corrupto, expresidiario, infiel pillado en una revista... Va tocando todos los palos. Ahora se estrena en el papel de divorciado, este cromo no lo tenía. Si es "el alegre divorciado" ya es más discutible: liberarse de Cristina y de la toxicidad de su familia política es un tesoro, sí, pero las condiciones de salida no han sido, por lo visto, tan onerosas como las había peleado. El botín, o mejor dicho el finiquito por los servicios prestados, no brilla tanto. Además, tenemos el cisma familiar: su ex, su propia madre y sus 4 hijos no quieren tener relación con Ainhoa Armentia, la pareja del exduque. Solo han claudicado, y por obligación, Claire y Pablo. A una porque se han ido a vivir a su lado, en la misma urbanización de Vitoria. El otro porque no tenía escapatoria, se presentaron en un polideportivo de las españas por sorpresa. Normalizar a Ainhoa será un drama.

La que peor lo lleva es la benjamina, Irene. La publicación de las fotos de su padre con otra señora paseando como enamorados en Bidart, escenario de sus veranos familiares infantiles, abrió una herida que todavía sangra. Se enfrentó a Iñaki y le dejó de dirigir la palabra durante una buena temporada. Era una traición que no perdonaría fácilmente. A pesar de que la relación se ha restablecido, y que han compartido varios momentos en familia, hay líneas que no cruzará. Como darle la mano, dos besos o tener la más mínima conversación con Armentia. De hecho, no quiere ni pisar los mismos espacios que ella: tampoco la nueva casa de su padre, durante una reciente visita a Vitoria coincidiendo con el cumpleaños de Iñaki. Ella, con la abuela. Con los suyos.

Irene Urdangarin y Cristina / GTRES
Ainhoa Armentia / Telecinco

Aquella visita de Irene a la capital vasca respondía, seguramente, a otro trámite: la despedida. Se va de España. Y muy lejos. De hecho, ya ha llegado a su destino, Camboya. 10.000 kilómetros de distancia entre su padre y, evidentemente, la innombrable: a la distancia emocional sumen ahora la real, la física. Dos mundos separados. La pequeña de los Urdangarin está allí con motivos solidarios, dentro de su año sabático. Irene aparcó su pretensión de hacer estudios de dirección hostalera en Lausana y se trasladó a Madrid para sacarse el carnet de conducir y salir de fiesta con su prima idolatrada, Victoria Federica. El abuelo Juan Carlos le había regalado un coche, gracias a los consejos de Vic, "el coche se lo sacas", y tras unos cuantos intentos infructuosos ha pasado los exámenes. La siguiente parada era el voluntariado. Y podemos decir que, oficialmente, ya ha empezado esta etapa.

Juan Carlos y Victoria Federica / GTRES

La revista '¡Hola!' ha avanzado el aterrizaje de la sobrina de Felipe VI en el país del Sureste asiático, alabando su sacrificio, dedicación, humanidad y, en definitiva, ser ideal de la muerte. Ha seguido, dicen, los consejos de su hermano mayor Juan Valentín, también voluntario y del que informan de que trabaja en el campo de las energías sostenibles. Está bien, nadie sabía exactamente qué hacía con su existencia, más allá de encontrarlo en un estanco o una terracita. Por cierto, que la revista apunta a un cambio de rumbo en el futuro académico de Irene: es como si le recomendaran dejarse de hostelerías y cosas raras, y estudiar Derecho. Por si las moscas, que en esta familia nunca sobra un buen abogado. Su padre Iñaki ha conocido a unos cuantos.

Irene Urdangarin con sus hermanos Juan y Pablo y la 'Tía Pecu' / Europa Press