Irene Urdangarin tiene dos meses para conseguir obtener la licencia de conducción. Le está costando una barbaridad, hasta extremos inexplicables. Sobre todo porque si atendemos a las opiniones de los biógrafos cortesanos de la hija pequeña de Cristina de Borbón y su ex Iñaki Urdangarin, hablamos de una joven de mente brillante, expediente inmaculado y capacidad de esfuerzo y sacrificio extraterrestres. La misma que decidió tomarse un año sabático y aparcar los estudios superiores, mientras crecía personalmente con voluntariados en el Sureste asiático y, de paso, obtenía el carné sin despeinarse. La realidad, sin embargo, ha sido diferente. Parece que el tiempo lo ha dedicado a su novio-primo Juan Urquijo, que la estancia en Camboya fue un infierno sin su primer amor, y que el tema de la autoescuela le da una pereza horrorosa. Solo habría conseguido sacarse el teórico en nosecuántos meses. Y lo decimos en condicional, porque las pruebas que acabamos de presenciar no confirman nada más que su inscripción en un centro de Móstoles.
Decíamos que a Irene le quedan dos meses, porque en septiembre tendrá que elegir un camino de futuro, matriculándose en alguna universidad o entidad educativa. Por lo visto, enLondres, lejos del domicilio materno en Ginebra, también de su abuelo Juan Carlos. Un movimiento inteligente para disfrutar de la privacidad que tanto anhela, especialmente para hacer lo que le salga del moño: amor, fiestas y, por qué no, empezar una carrera paralela a la de su idolatrada Victoria Federica, princesa ni-ni por antonomasia. Si llegará, o no, a la capital británica con la 'L' es un misterio. De momento ha vuelto a encontrarse cara a cara con su pesadilla. Y, por lo que hemos visto, no parece demasiado preocupada. Se lo toma todo a broma.
Esta mañana la prima de la princesa Leonor llegaba en un vehículo con chófer (todo hace pensar que era un escolta) a las puertas de la autoescuela. En el interior viajaba un tercer hombre, barbudo, con quien ha protagonizado una escena rarísima. Irene esperaba pacientemente a que esta persona bajara del coche, poniendo la barbilla sobre el techo del utilitario. Algunos malpensados dirían que estaba fumando, pero iban errados: este vicio, de momento, no ha entrado en su vida. Cuando finalmente el señor ha abandonado el vehículo, patapam: se ha abierto el abrigo con un gesto peculiar y polémico. Sobre todo desde el punto de vista del cámara que lo ha grabado, o de cualquier peatón que pasara en aquel instante por el lugar. La reacción de Urdangarin, elocuente: se ha tronchado de risa.
La pareja ha accedido a las instalaciones de la autoescuela comentando la gracia, que ha divertido y mucho a la royal. Los dos eran conscientes de la presencia de los paparazzis, quizás por eso las carcajadas eran mayores. La identidad de este misterioso acompañante es una incógnita. Solo sabemos que le gustan los abrigos de invierno en pleno mes de julio, las sudaderas gruesas de Snoopy, y las bromas de gusto controvertido. En todo caso, no sería la estampa de una alumna aplicada, ni tampoco de una joven con ganas de sacarse el carné de una santa vez. Lo que refleja es otra cosa. Una muy Borbón.
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