La vida de Irene Urdangarin no ha estado exenta de dificultades. La joven nació en un seno privilegiado. No le faltó de nada. De hecho, tampoco le falta a día de hoy. El poder adquisitivo de su madre y, sobre todo, de su abuelo Juan Carlos I, le permiten disfrutar de todos los caprichos que tiene. Pero el dicho de que ‘el dinero no da la felicidad’ le va como anillo al dedo.
Irene tenía 14 años cuando estalló el caso Nóos y su padre, Iñaki Urdangarin, fue encarcelado. Tras aquel episodio, Cristina se mudó a Washington para huir de la presión mediática, así como del bulling que estaban sufriendo sus cuatro hijos. Y aunque el que más golpes recibió fue el mayor, Juan, Irene también se llevó lo suyo. Les llamaban ‘chorizos’ y no les dejaban vivir con tranquilidad sus días de instituto.
Irene Urdangarin paga las consecuencias de las fechorías de su padre, Iñaki Urdangarin
Aquellos episodios afectaron mucho a Irene. Pero su calvario no terminó ahí. Posteriormente llegarían las fotos de su padre siendo infiel a su madre, el divorcio y presenciar en primera persona el sufrimiento de su madre en esta etapa. Todo junto formó un cóctel que tuvo repercusiones en su trayectoria.
Irene tuvo problemas para superar el Bachillerato en Ginebra, y no logró sacar la nota mínima de corte para acceder a la École hôtelière de Lausanne, una de las escuelas más top del mundo con 125 años de historia. Así las cosas, decidió tomarse un año sabático. Hizo las maletas y se instaló en el palacio de Zarzuela, donde ha pasado todo el último año. Únicamente abandonó el lugar para participar en un programa de voluntariado en Camboya, aunque tampoco es que la experiencia le aportara demasiado. Fue más una excursión que un sacrificio.
Ahora Irene, en principio, ha retomado el rumbo estudiantil. La joven se ha marchado a Oxford. Se inscribió en la Oxford Brookes University, una institución académica de renombre en el campus de Headington, al este de Oxford, donde inicio sus estudios en Hospitality (gestión de eventos y hospitalidad).
La mala fama le persigue hasta Londres
Poco a poco, Irene se va reencontrando consigo misma. Se ha adaptado muy bien a esta nueva etapa. Ha formado un grupo de amigos con el que a menudo se va a Londres para disfrutar de las bondades que ofrece la capital británica. Sale tanto que incluso preocupa a sus padres y sus hermanos. Temen que vuelva a perder el rumbo.
Pero al margen de ello, por mucho que Irene esté remontando, hay estigmas de los que no puede escapar y que probablemente no logre nunca dejar atrás. Como ocurrió en Washington, hay españoles que conocen su pasado y de dónde viene, haciendo circular informaciones en su entorno que apuntan a que es hija de un ladrón. La joven evita a estos grupos de españoles en su enésimo intento de enterrar su pasado. Pero no logra que la gente en Londres olvide el pasado de la familia Urdangarin. Aún le pesa la losa de ser hija de Iñaki.