En 2009, Jaime de Marichalar y la infanta Elena anunciaron su separación, un acontecimiento que sorprendió a muchos y que, según algunos rumores, podría haber ocurrido mucho antes si no hubiera sido por la salud del exduque de Lugo. Este evento marcó un punto de inflexión en su relación, que ya mostraba signos de tensión y descontento. Pero ahora se sabe que hay algo más, no se entendían en la cama.
La infanta Elena nunca pareció estar completamente enamorada de Jaime de Marichalar. Su matrimonio, más que un acto de amor, fue visto como un cumplimiento de las obligaciones que conlleva su estatus real. A diferencia de sus hermanos, quienes eligieron a sus parejas por amor, ella se encontró en una situación donde las expectativas familiares pesaban más que sus propios deseos. Se dice que el día de su boda estuvo a punto de abandonar la ceremonia, pero la convencieron de entrar en la iglesia, un reflejo de las presiones que enfrentó desde el principio.
A pesar de sus intentos de dar una oportunidad al amor, la relación se vio afectada por el carácter volátil de Jaime. Su comportamiento cambiante, que oscilaba entre la alegría y el enfado, dejó a la infanta exhausta. En un intento por estabilizar su matrimonio, decidieron tener hijos: Froilán y Victoria Federica. Sin embargo, la llegada de los niños no logró resolver las diferencias que existían entre ellos.
Por otra parte, las muestras de afecto entre la pareja eran prácticamente inexistentes, lo que llevó a muchos a cuestionar la autenticidad de su amor. Era raro captar un gesto cariñoso, y la falta de conexión emocional se hacía evidente. Según fuentes cercanas, sus diferencias en la intimidad también fueron un factor determinante en su separación.
Jaime de Marichalar y la infanta Elena, problemas de cama que los llevaron a terminar
El desajuste en los deseos de la pareja es un tema que no se puede evitar y que desestabiliza una relación. Esa es, en teoría, la explicación que podría emplearse para entender qué salió mal para esta pareja. Mientras que Jaime buscaba experimentar y explorar su vida sexual, Elena se mostraba más tradicional y menos interesada en la intimidad física. De hecho, se especula que podría vivir sin relaciones íntimas, lo que subraya la desconexión entre ambos.
Hoy en día, la primogénita de Juan Carlos I y Sofía de Grecia sigue soltera y no se le ha conocido ninguna pareja oficial desde su separación. Por su parte, el padre de Victoria Federica ha sido visto en compañía de amigas, lo que sugiere que ha seguido adelante con su vida social. La historia de su matrimonio es un recordatorio de que incluso en el ámbito de la realeza, las relaciones pueden ser complicadas y estar marcadas por expectativas, diferencias y la búsqueda de la felicidad personal.
El vínculo entre Jaime de Marichalar y la infanta Elena es un ejemplo de cómo las presiones externas y las diferencias personales pueden afectar incluso a las uniones más visibles. Su separación no solo marcó el final de un matrimonio, sino que también puso de manifiesto la importancia de la compatibilidad íntima y emocional en cualquier relación.