La muerte de Juan Carlos de Borbón, de 86 años, es un escenario previsto por la maquinaria de Casa Real, del Estado y también de los medios de comunicación. Es natural, ley de vida. No se trata de hacer hipótesis sobre la fecha exacta, ni tampoco las circunstancias del deceso. En cambio, la liturgia, el protocolo y todo el dispositivo que se organice a su alrededor sí que admiten un debate más libre, abierto y pertinente: al fin y al cabo, hablamos de un antiguo Jefe de Estado. Con muchas más sombras que luces, si queda alguna que no se haya fundido, consumida por la vergüenza. Una tiniebla infinita, pero real.
Los defensores del autoexiliado, expulsado o huido Juan Carlos tienen un portavoz oficial a la altura de su leyenda: Jaime Peñafiel. El escritor de 91 años vive también su ocaso profesional, expulsado del diario 'El Mundo' por su relación con Jaime del Burgo, pasando a hacer más o menos lo mismo en el digital de Eduardo Inda. El primer mandamiento de su credo, el juancarlismo irredento, permanece como una roca. A partir de allí, las dos consignas principales son Letizia mala, Felipe vergonzoso. Pusilánime. Cruel. Despiadado. El hijo que mantiene al padre alejado de su lugar en la historia, el que lo ha echado (dos veces) de su reino. Quién ha permitido su asesinato. Siempre en sentido metafórico, claro. Aunque a veces, le sale una vena macabra mucho más literal.
La invectiva, una cuchillada fina, profunda y casi mortal para el rey de España, tiene que ver precisamente con los actos de despedida previstos para el fallacimiento del emérito. Un tema que obsesiona el propio interesado, que desea que sea con todos los honores de estado y a todo trapo, en definitiva. Que (una parte) del país salga a la calle como con su mentor, colega y predecesor, el dictador fascista Francisco Franco. Cosas por el estilo. Peñafiel, que nos sobrevivirá a todos, hará cola para decirle adiós. Cuando menos, ya visualiza el funeral, y en su premonición hay ausencias gruesas: Felipe VI.
¿Quién presidiría la Casa Real en la visión de Jaime? La princesa y heredera del trono, Leonor. El viaje en solitario a Portugal era un entrenamiento para afrontar situaciones"por causa sobrevenida, por ejemplo sustituir a su padre en alguna honra fúnebre de alguna personalidad". La frase, de una cronista del antiguo diario de Peñafiel, Marina Pina, le sirve para deja ir un puñal que, tratándose de quién lo tiene en la mano, no es para abrir un sobre: este hace pupa: "No quiero ni pensar a la que puede referirse". Leonor por Felipe en el funeral de Juan Carlos. ¿No querrá ir? ¿Le dará miedo la reacción popular? ¿Vergüenza? ¿O será, una vez más, todo por culpa de Letizia? La respuesta solo sale en la bola de cristal de Jaime Peñafiel. A menudo acierta, la verdad.