Los reyes de Dinamarca, Federico X y Mary, continúan su visita oficial de ocho días a Groenlandia. Una expedición en la que participan sus hijos pequeños, los mellizos Vicente y Josefina, de 13 años. Los adolescentes son una atracción golosa para los medios de comunicación, y una cortina de humo bastante útil para evitar volver a hablar del elefante en la habitación: la crisis matrimonial originada a partir de las famosas fotos de la escapada del príncipe con Genoveva Casanova a Madrid. La misma que ha provocado más de un sofoco al recibir, en la localidad de Attu, un presente con forma de cuernos. En realidad eran los colmillos de una pobre calavera de morsa cazada por la población nativa, pero el efecto visual era el mismo. Y el ridículo, también. De eso va la cosa.
Los pequeños de la casa han participado en carreras populares, han entrenado en campos de fútbol, conducido boogies 4x4 en escenarios off-road, contemplado glaciares e incluso han acariciado cachorros de perritos. También han visitado un famoso museo en la localidad de Sisimuit, donde recogen los restos arqueológicos de la vida en este paraje tan singular del globo terráqueo. Precisamente ha sido esta parada la que ha provocado una situación muy dolorosa para la más pequeña, Josefina. Algunos de los objetos exhibidos le han provocado repulsión y asco. Y como la criatura es joven y todavía no ha aprendido el arte del engaño de sus progenitores, no ha sabido disimular el drama interior que estaba experimentando.
La caza de animales ha sido la única forma de subsistencia en este paraje durante siglos, aparte de la pesca, claro. Hasta la introducción de los corderos, como pasó en Islandia, las cacerías de morsas, renos y otros animales han sido el pan nuestro de cada día. El museo dedica parte de la exhibición a las artes cinegéticas locales, con puntas de flecha, lanzas y todo tipo de armas manufacturadas rudimentariamente para cobrarse las presas; también a los propios animales sacrificados. Una pareja de renos disecados han provocado muecas muy contundentes en Josefina Sofía, muy tocada al ponerse en la piel de los ejemplares ejecutados. Ella, que siempre (o casi siempre) sonríe, ha dejado a todo el mundo de piedra con un gesto de decepción absoluta.
La comparación con su hermano mellizo Vicente, 26 minutos mayor que ella y con una sensibilidad mucho más laxa por el tema animal, es brutal: uno mira divertido e interesado, la otra transmite que quiere largarse de aquel lugar malvado cuanto antes mejor. Tiene el estómago revuelto, y muy mala cara. Qué mnal trago, eso de descubrir lo que hacen los adultos, ni que sea para sobrevivir. Peor sería ser un sádico español (y de otras nacionalidades) que tortura y mata toros por diversión. En todo caso, esperamos que Josefina mantenga estos ideales, ciertamente.