La relación de Juan Carlos y Felipe VI vuelve a ser noticia. La versión oficial dice una cosa, pero la realidad es radicalmente diferente. Eso de que "el acercamiento es total y han limado asperezas" está muy bien para la campaña perpetua de glorificación del emérito en revistas y diarios cortesanos. Un cuento de hadas, poco más o menos. Pero hace aguas. Y no son, ni mucho menos, las que bañan la Ría de Arousa ni el club náutico de Sanxenxo, donde el patriarca Borbón ha pasado unos cuantos días, con escapada incluida a visitar bodegas de La Rioja Alavesa. No, estas son mucho más oscuras y malolientes. Residuales. De cloaca.
Esta excursión empezó mal, llegando a escondidas y sin avisar, y ha acabado peor. Juan Carlos tuvo que abandonar Galicia y España el lunes a toda prisa, expulsado por segunda vez por su hijo. Cuando estamos a punto de celebrar los cuatro años de huida por sus múltiples escándalos económicos, mujeriegos y morales, el rey de España ha vuelto a repetir las palabras más temidas: "Papá, vete". Su presencia es molesta, especialmente en las circunstancias que se han dado esta semana: una de especial simbolismo para sus hijas, Leonor y Sofía. En realidad, y como hemos explicado tantas veces, la que realmente preocupa es la mayor, la futura reina. Mantenerla lejos del abuelo polémico y tarambana es la misión primordial de Zarzuela. Y se estaban acercando peligrosamente.
Desde hace un par de días, Leonor ha sumado un nuevo cargo a su currículum. Ahora también es guardiamarina, la denominación de los reclutas que reciben formación en la escuela naval. La princesa empezará esta nueva etapa en agosto, pero ha presidido, junto a su padre, la jura de bandera y entrega de despachos a la promoción anterior. Una especie de toma de contacto para empezar a sentir la brisa marinera y familiarizarse con el entorno de la Armada. ¿Dónde se ubica la nueva escuela de la heredera? En Marín, Pontevedra. A 40 kilómetros de Sanxenxo, en la misma provincia. La tentación para Juan Carlos era enorme: presentarse por sorpresa en la base, como el yayo que va a ver a su nieta, y plantarle un beso en la mejilla ante la mirada, atónita, de su hijo. Aquello que no pudo hacer en Zaragoza, en Galicia lo tenía al alcance de la mano. Alerta roja.
'Monarquía Confidencial' confirma las sospechas: Felipe ordenó a su padre que se largara, evitando cualquier tentativa de aparición indeseada. Un jarro de agua fría, porque Juan Carlos "había planeado alargar su estancia en España unos días más, antes de regresar en Abu Dabi," pero Zarzuela "no quería coincidir allí" con el emérito. El hombre está abatido, pero no le quedó más remedio que agachar la cabeza, coger las maletas y pedir a Pedro Campos que le hiciera de chófer hasta el aeropuerto de Vigo. De allí salió unas horas después, porque el avión sufrió una avería. Todo mal. El karma.