El retorno del emérito Juan Carlos nos ha ofrecido un espectáculo que define muy bien qué es España. Cuando menos, una España muy concreta, la de la pandereta. Ver a todo un pueblo como Sanxenxo lamiendo el suelo que pisa un exjefe de Estado manchado por la corrupción y el fraude da vergüenza ajena. Un ejercicio de cinismo tan abyecto que hace exclamar, sin ningún tipo de dudas, que este es un país condenado al descrédito permanente, a ser el hazmerreír mundial. Si el Borbón es su líder, 'no hay más preguntas, señoría'.

Juan Carlos en España después de 2 años de huida / GTRES

La llegada del huido a Galicia en un jet privado deja imágenes tan históricas como esperpénticas. Hasta 15 guardaespaldas esperaban a pie de pista, junto a su hija Elena (única representante familiar en el aeródromo de Peinador, Vigo), su amigo regatista y anfitrión Pedro Campos y una señora rubia muy llamativa, sonriente y afectuosa. A nadie le extrañó, claro. La fama de Borbón le precede. Y las mujeres rubias son su debilidad. También un enorme quebradero de cabeza y el principio de su fin, como su examante Corinna. Aunque todos querían ver al emérito en su reaparición, las miradas se desviaban sin remedio hacia la presencia femenina, que esperaba su turno para abrazar a la estrella del día.

El séquito que recibió a Juan Carlos en Vigo, con la infanta Elena y una misteriosa rubia / Europa Press
El séquito que recibió a Juan Carlos en Vigo, con la infanta Elena y una misteriosa rubia / Europa Press

La identidad de la misteriosa señora ha sido uno de los temas más comentados del festival juancarlista. Y las redes, siempre atentas a cualquier detalle que chirríe o sorprenda, empezaron a especular sobre si entre el Borbón y la susodicha había algo 'extraño'. Todos decían lo mismo: "la nueva Corinna". La mujer era importante, eso quedó claro con el saludo y con la imagen del coche que lo transportó hasta su residencia durante el fin de semana, el chalet particular de Pedro Campos. Ella iba sentada a la parte de detrás, feliz de la vida e inmortalizando el momento con su teléfono móvil. Pero no, no era una presunta amante ni un nuevo lío de faldas del señor de 85 años. En realidad es la mujer de su colega: una brasileña que se llama Cristina Franze, segunda esposa del regatista.

Cristina Franze en el coche de Juan Carlos en Sanxenxo / GTRES

Cristina Franze en el coche de Juan Carlos en Sanxenxo / GTRES

Cristina Franze con su marido Pedro Campos / GTRES
Cristina Franze con su marido Pedro Campos / GTRES

Cristina tiene 42 años, un físico que no pasa desapercibido y una fan incondicional de Juan Carlos de Borbón. De hecho lo considera "la persona más amable y buena del mundo". Vaya, que lo conoce a fondo. Lleva 5 años casada con Campos y se está dejando la piel para tratar al amigo de su marido 'a cuerpo de rey', claro. Pero hay datos realmente sorprendentes sobre esta mujer: es astróloga, regatista su esposo y muy antiindepentista. Fue a una manifestación unionista a Barcelona el 8 de octubre de 2017, días claves en Catalunya: "España de mi corazón. Viva Cataluña", escribía. Telita.

Cristina Franze, mujer de Pedro Campos, de regatas / Instagram

Las rubias de su majestad. La vida sigue igual, que diría Julio Iglesias.