El último encuentro de Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia fue un absoluto despropósito. Fue en Ammán, la capital de Jordania, donde tenía lugar la boda del príncipe Hussein y Rajwa Al Saif. La Casa Real española y los monarcas en ejercicio, Felipe y Letizia, pasaron olímpicamente de la invitación, pasándole el marrón a la reina Sofía. A fin de que no fuera sola pidieron a su marido ausente que saliera de Abu Dabi y la acompañara, un movimiento condenado al fracaso. Qué necesidad de demostrarle al mundo que no se soportan, que su decadencia es infinita y que no pintan nada en el panorama royal internacional. ¿O quizás sí? Si fuera así, ni Maquiavelo, oiga.
Juan Carlos y Sofía son piezas de museo. Dinosaurios con una reputación totalmente chamuscada. Los jóvenes, como los contrayentes del enlace, no tenían ni idea de quiénes eran. Los más talluditos, todo lo contrario: saben quién son, cómo son y lo más importante: rechazan todo lo que proyectan. Tóxicos, vaya. Principalmente él, un rey a la fuga por sus escándalos económicos y con la etiqueta de adúltero, de infiel y de mujeriego empedernido. Ella, con aquella apariencia supuestamente inofensiva, tampoco es una beata: es la gran consentidora por intereses espurios. Qué tarjeta de visita, vaya regalo a sus homólogos jordanos. Especialmente a los reyes del país, Abdalá y Rania. La cordialidad de los anfitriones no podía disimular una incomodidad manifiesta. Especialmente por parte de la reina, que lo plasmó con un gesto inequívoco hacia el Borbón.
Rania de Jordania rechaza besar al emérito, relación gélida
Pilar Eyre destripa la boda con especial énfasis en el papel, o mejor dicho, papelón de los royals españoles. Fueron la nota discordante en un mar de sonrisas, carcajadas y felicidad: "Como en una isla oscura destacaban las caras de Juan Carlos y Sofía. Rostros surcados de arrugas y amargura. Su presencia era tan incongruente como un enterrador en un verbena". La cronista real no deja de destacar el pésimo estado físico del emérito y la nula colaboración de su mujer: "No le dirigía ni una mirada". El momento crítico fue al saludar a los monarcas jordanos: "Se armó un pequeño lío con el bastón, su mujer se adelantó y saludó con dos besos a Abdalá y Rania, provocando la mirada iracunda de su marido. Cuando le tocó a él, el rey le saludó cortesmente, pero Rania se apresuró a tenderle la mando para evitar el beso". Una especie de 'cobra' que evidencia que le da asco. Es así.
Pilar Eyre destripa el despropósito de Juan Carlos y Sofía en Jordania
La frialdad continuó con el parlamento del español durante la ceremonia. A partir de allí todo fue a peor entre los Borbones: "Él no puede disimular la aversión que le produce su mujer. Sofía es reina de España gracias a él, disfruta de todo lo que no él no tiene: el cariño de su pueblo, vive en España y en Zarzuela, donde él tiene prohibido alojarse, incluso se ha apropiado de Marivent". Los celos consumen a un Juan Carlos dejado, con el "mismo traje arrugado de la ceremonia de Vargas Llosa en París", y muy fastidiado al saberse una figura de cuarta en el panorama mundial: Carlos III pasó de él y ahora, en Jordania, lo colocan en una fila secundaria. Todo mal. Y encima con la mujer que ni ama ni respeta. Mejor en los Emiratos encerrado a casa con sus compañías legendarias. Dónde vas a parar.
Asco, fastidio, irrelevancia y mal rollo. Una maravilla todo. Gracias Felipe, hijo mío.