Froilán es una patata caliente. Le da mucho trabajo a la infanta Elena, su madre, y a su abuelo Juan Carlos. Está en Abu Dabi por tarambana, pero con una misión clara: actuar de custodio de la enorme herencia que el emérito tendrá que repartir en un futuro que ya no parece tan lejano. Es un peón más en diferentes paraísos fiscales, para entendernos. Además, en Abu Dhabi los pecados están más limitados: afters con armas y drogas como los de Madrid, bien pocos. No hay posibilidad de escándalo. La información que sale de allí es escasa, por no decir a la carta.
Expulsar a Froilán de España requería un subterfugio más o menos creíble. Crear el relato de "el chico ha madurado, ha cambiado". Encontrarle un trabajo. Un objetivo. Un hueso que roer. Así se forjó la primera experiencia laboral del aristócrata, colocado en la petrolífera nacional por los jeques amigos del abuelo. Parece que ha hecho de botones, chico de los recados, acompañante, relaciones públicas. Un poco de todo, sin sudar demasiado la gota gorda. El currículum académico del chico tampoco les permitía ponerlo mucho más allá. Y a Pipe ya le iba bien. Buen sueldo, residencia fiscal fuera de España, vida de lujos... y aburrimiento, soledad, tristeza y añoranza como penitencia. Eso le pasa factura.
Sobre el día a día de Froilán hay dos versiones: la de que está feliz, quiere prosperar y estudiar un máster para mejorar su posición empresarial (Vanitatis) o la que defiende Federico Jiménez Losantos en EsDiario: solo tiene a España entre ceja y ceja. Ha vuelto a intentar escapar recientemente, con las vacaciones repentinas de 16 días que han sido señaladas como un despido. En paro. Pero le han parado los pies por el interés familiar. Por lo tanto, vuelve al punto de partida. Empieza la operación "agencia de colocación": Juan Carlos tiene que volver a sacar la varita mágica de Elena, Cristina o Iñaki. Froilán es un repetidor compulsivo. Parece que en Abu Dabi le han visto el plumero y hay que pasar al siguiente de la agenda. Ni que esté a 400 kilómetros de distancia. En jet privado es un plis-plas.
La Fórmula 1 le ha brindado una ocasión perfecta a tándem Batman-Robin Borbón; el inicio de la temporada pasa semanas en el Golfo Pérsico. La isla de Baréin se llenó hasta los topes con VIPS de todo el mundo, también royals. No todos, sin embargo, tuvieron la deferencia de pasar la tarde con el jeque supremo, Hamad bin Isa bin Salman Al Jalifa, el rey de Baréin. Tenemos fotografías inéditas de los dos españoles en plan pícnic árabe ultramillonario. No hay arena del desierto ni dunas, todo es césped y árboles verdes primaverales. Al lado del rey, sentado en una silla, Juan Carlos, íntimo de Hamad. Y un metro y medio más allá, en tercera posición, su nieto. Parece que le hayan caído 30 años encima, pero lo vemos en su salsa. Juan Carlos lo llegó a presentar personalmente al monarca, para que pudiera tocar la mercancía. Así le busca nuevo trabajo. Un bazar. Froilán está de oferta.