El paseo militar de Juan Carlos de Borbón en Sanxenxo no es tan feliz y victorioso como los medios del régimen intentan hacer tragar a la ciudadanía. También hay indignación e incredulidad, asco y un hastío enervante. El hombre vuelve a reírse de los súbditos de la institución que ha representando durante décadas, como cuándo se fue a cazar elefantes a Botsuana con su amante en plena crisis económica. O como cuándo lo pillaron recibiendo comisiones y donaciones opacas, sociedades en paraísos fiscales, máquinas de contar billetes en Zarzuela o tarjetas black. Y la mancha más definidora de todas: largarse a toda pastilla cuando pensaba que la justicia se abalanzaba contra él. 2 años de huida en Abu Dhabi, protegido por sus benfactores árabes, mientras la Fiscalía española era llamada al orden y le archivaba las causas. Un rey a la fuga. Y ahora vuelve. Sin vergüenza. Ni arrepentimiento.

Juan Carlos con su club de fans en Sanxenxo / Europa Press

Desde que ha vuelto a pisar territorio del Estado, el Borbón no ha dicho ni una palabra que suene a disculpa, algo parecido a aquel "lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir". Ya no colaría, cierto, pero cuando menos intentarlo y demostrar un ínfimo respeto por aquellos que le pagan una vida de privilegiado mientras cobra auténticas millonadas por debajo de la mesa. De eso, de respeto, no tiene ninguno. Pero de jeta va sobrado. Y el espectáculo que está protagonizando en Galicia de regatas lo retrata con exactitud. También al grupo de palmeros que se han arrodillado en el Club Náutico de la localidad costera, una pincelada de una España que, como el chapapote, es muy difícil de erradicar. El cuadro es de una bajeza extrema. Demasiado heavy.

Juan Carlos, de regatas como si no pasara nada / GTRES

Fuera del universo juancarlista, es decir, en el mundo normal, real y decente, todo lo que está pasando desde el jueves y que acabará con la traca final el lunes en Zarzuela es de una obscenidad absoluta. Desde la propia Letizia a Pilar Rahola, todos lo tienen claro. ¡Si incluso Carmen Calvo, exvicepresidenta del hipócrita PSOE lo considera una aberración! Ahora bien, si hay alguien que conoce bien al personaje en cuestión es Pilar Eyre. La cronista catalana no se equivoca nunca, menos en una ocasión: no creía que Juan Carlos tuviera los bemoles de plantarse en territorio nacional. Su cordura le decía eso, pero con la Iglesia hemos topado. El Borbón es de otro planeta, uno de mucho más laxo con la moralidad. Eyre sigue las aventuras del emérito y no puede sentir más repulsa con todo lo que ve. Sus tuits triunfan y son para enmarcar: "Que vergüenza me está dando este país. Pensar que nos criticaban en los 90 porque decían que los periodistas éramos cortesanos... ¡pero si éramos el Che Guevara al lado de lo de ahora!"

Pilar no sólo ha explicado como nadie los escándalos de Juan Carlos en revistas y libros, es que a través de sus redes ofrece pinceladas jugosísimas del tipo de personaje que ha sido Jefe del Estado por obra y gracia del dictador Franco. Un auténtico vanidoso, encantado de la vida con el recibimiento popular que está teniendo en Galicia. Pero también es codicioso, quiere más. Y no lo tendrá. Porque como bien señala la escritora, todos los que han ido a verlo, ovacionarlo y adularlo son muy cafeteros. Pero ni son tantos ("4 monárquicos rancios", ya lo decía hace unos días), y sobre todo, no hay nadie importante entre ellos. Todos o soldados rasos, o los ultra sur de siempre, o aquellos que quieren o necesitan subir al carro por intereses. La máxima autoridad, el alcalde del pueblo. Pobre para 'el padre de la democracia', verdad? Eyre tiene una vista magnífica. Y una capacidad de expresarse deliciosa. Ataca donde más daño hace: el orgullo. Atención a la caricatura:  “¿Y Amancio, que tiene el barco ahí?” “El pueblo, señor”. “¿Algún ministro, alguien relevante?” “No, señor”. “Pues hoy no salgo a hacer el monigote”. “Está ahí el pueblo”. “Ni Pueblo ni Puebla”.

Juan Carlos está haciendo el enésimo papelón de su vida / EFE
La escritora y cronista real Pilar Eyre / Montse Giralt

Exacto: "ni pueblo, ni puebla". Sólo la caspa. Esa no falla nunca.