El grumete del Bribón ya está "en casa". En casa de su amigo Pedro Campos, el intimísimo que acoge a Juan Carlos durante su escapada de placer a Galicia después de 2 años fugado en Abu Dhabi. El Borbón fue recibido a pie de pista por Campos, por su mujer brasileña Cristina Franze y por su hija Elena, un séquito que se desplazó inmediatamente hasta el chalet del empresario, que ha habilitado una planta para uso exclusivo del emérito durante el fin de semana. El traslado nos ofreció un espectáculo patético: decenas de juancarlistas aclamándolo como una estrella del rock hasta el domicilio, cuando no es más que una exjefe de Estado manchado por la corrupción y el descrédito. Marca España.
Una vez en casa del colega Pedro, Juan Carlos se puso cómodo y se preparó para zamparse el primer festín de su excursioncita. Siempre le ha gustado ponerse las botas degustando los mejores productos y los vinos más exclusivos de su reino: una paella con Arévalo y Bertín, unos 'huevos rotos' en Casa Lucio... o un festival gastronómico cada vez que pisa Galicia y Sanxenxo, como es el caso. Ahora bien, aunque su tropa (ni él mismo) quieran reconocer la realidad, nada es igual desde que dejó atrás España para esconderse de la justicia. Él más mayor, tiene más problemas de movilidad e incluso está mucho más delgado, esquálido. Ya no está para grandes excesos con el ácido úrico.
¿Qué quiere decir eso? Que se ha quedado sin pegarse una buena mariscada, especialidad de la tierra. Ni cigalas, ni percebes, ni navajas, ni centollo, ni almejas... Pedro Campos no le obsequió con estos manjares, porque como ha explicado en 'La Razón' "llegaba cansado, muy cansado." Enternecedor. La cena fue "muy normal, muy casera. Producto gallego, por supuesto". Vaya, que no lo llevaron a un kebab, aunque sea uno de sus vicios. Pedro no ha explicado nada más del avituallamiento, pero podemos elucubrar con el menú.
A ver, decir "producto gallego" es una expresión tan amplia que no te la acabas. Pero con aquello de "comida casera" podemos ajustar un poco la composición de la cena: una buena empanada, quizás zorza (carne adobada), lacón con grelos, pimientos de Padrón (de los que no pican, no sea que tuvieran una desgracia), churrasco o un solomillo de ternera gallega y de postre, una tarta de Santiago. En cuanto a la bebida, no tenemos ninguna duda: mucho Albariño, quizás un poco de Ribeiro bien turbio, orujo y nada de agua, que no es bueno mezclar líquidos. Así pues habrá ido a la cama con la barriga bien llena, a dormir como un rey. Vidorra. Eso sí, al día siguiente la cosa le ha pasado factura, porque casi no podía ni caminar en el Real Club Náutico de la localidad de Pontevedra.
Juan Carlos ya no está para mariscadas. En todos los sentidos.