Constantino II, último rey griego y hermano de la reina Sofía de España, ha sido recordado este martes en una misa en el castillo de Windsor, un año después de su muerte. Carlos III, mucho tiempo antes de enterarse del cáncer que pone su vida entre interrogantes, decidió organizar este recordatorio en honor del padrino de su hijo Guillermo, actual príncipe de Gales. Ninguna de las dos figuras han estado presentes durante el oficio. El rey, por motivos obvios; su hijo, complicaciones personales comunicadas pocos minutos antes de empezar el acto religioso. Una sorpresa mayúscula, y un buen indicador de cómo están las cosas en Buckingham: removidas. Camila se ha quedado sola, al frente de la corona más importante del mundo, recibiendo a personalidades de todas las casas reales europeas, en activo o de tronos depuestos.
La representación española, como se había previsto, ha sido encabezada por las principales figuras del álbum: los reyes, Felipe y Letizia, y los eméritos, Juan Carlos y Sofía. Este par más separado que nunca, teniendo en cuenta el espacio reducido de la capilla del castillo. Ni han llegado juntos a Londres, porque su marido hace años que vive autoexiliado en Abu Dabi, ni tampoco se han sentado juntos durante el oficio. Una situación dictada por el inflexible servicio de protocolo de Buckingham Palace, los mismos que propiciaron la famosa fotografía de los 4 reyes juntos durante el funeral de Isabel II. Una reunión a la fuerza por orden de Carlos III, y que no se ha repetido del todo porque Sofía se tenía que situar, lógicamente, con la familia directa del finado. En el frontrow. Y en una esquina, empequeñecidas, allí estaba del brazo de Irene, la 'Tía Pecu'. Su ademán triste choca con las carcajadas, tres filas más atrás, de Felipe y Letizia.
Junto al rey de pobre dentadura y de una reina encantada de la vida de compartir momentos con su suegro, como en el restaurante del cumpleaños de la infanta Elena, estaba un Juan Carlos también encogido físicamente, pero que transmitía tranquilidad y estaba en su salsa. Del Burgo obra milagros. A su izquierda, haciendo de acompañante sorpresa, una señora mayor, con sombrero, gafas, pelo blanco y un gesto raro en la cara. Como de no estar a gusto. Lo mira mal. El motivo, ignoto, pero captado por la cámara. Nos negamos a pensar que la buena de Benedicta de Dinamarca, de 79 años, sea una señora de gesto perpetuo de mala de la película. No, allí había algo más. Se conocen y comparten un título: el de cuñados.
Cuñados, que no cuñaos. Al menos por parte de Benedicta, que es hermana de Margarita II, exreina danesa, y de la viuda Ana María de Dinamarca. Antes lo era de Grecia, como reina consorte de Constantino II, antes de que abolieran la monarquía y los enviaran al exilio. Los vínculos endogámicos de la realeza han provocado esta alteración en la foto más esperada en el reino de España, la más morbosa. Tendremos que esperar. El tiempo, sin embargo, se agota.