La preocupación por el estado de salud del rey emérito Juan Carlos I aumenta. Sobre todo después de una decisión que nunca antes se había visto. El rey emérito se ha visto obligado a abandonar una de sus mayores pasiones al margen de las mujeres: las regatas. Este fin de semana debía participar en el evento de apertura de la Liga Española de 6 Metros en Sanxenxo, a bordo de su barco Bribón, pero la disminución de su movilidad le ha impedido asistir. En su lugar, ha permanecido en Ginebra, donde vive Marta Gayá, y donde se ha estado sometiendo a nuevas evaluaciones médicas. Y los resultados de estas no anuncian nada bueno.
Hace tiempo que el ex monarca ha recibido un pronóstico muy desalentador: su movilidad se ha visto reducida considerablemente, y dependerá de forma permanente de una silla de ruedas. Una situación que se ha reiterado en los últimos chequeos.

Juan Carlos I, obligado a renunciar a las regatas por su estado de salud
Los resultados de sus últimas pruebas médicas no ofrecen esperanza alguna de mejora. Después de haber soportado varias intervenciones quirúrgicas en sus caderas y rodillas, el daño se ha vuelto irreversible, y los tratamientos médicos no han logrado frenar el progreso del deterioro. Los médicos han sido claros: su estado continuará empeorando.
Este duro diagnóstico ha sido transmitido a los tres hijos de Juan Carlos I: Felipe VI, la infanta Elena y la infanta Cristina. Aunque la familia ya estaba al tanto de la fragilidad de la salud del rey emérito, escuchar una nueva confirmación de que su recuperación es imposible ha supuesto un golpe emocional importante. La infanta Elena, quien ha estado más involucrada en su cuidado, especialmente viajando con frecuencia a Abu Dabi, ha vivido este momento con gran preocupación.

Preocupación por su estado físico, y también por el cognitivo
El deterioro de Juan Carlos I no es algo reciente. Su vida ha tenido que adaptarse a este nuevo escenario, y su residencia en Abu Dabi ya cuenta con todas las adaptaciones necesarias para hacer su vida más cómoda, con rampas y asistencia médica constante. De hecho, Zarzuela ya se adaptó en su momento a su movilidad reducida antes de su exilio forzado, lo que confirma que este diagnóstico viene de años atrás.
El deterioro de Juan Carlos I, además, no es solo físico. Desde su entorno se ha deslizado que en los últimos tiempos olvida y confunde nombres, y también algunos episodios de su vida. Se cuenta que incluso le han intervenido las llamadas para controlar lo que pueda decir y evitar que sus problemas cognitivos saquen a la luz algún nuevo escándalo, lo que confirma que en la familia real están muy al tanto de los pésimos resultados de sus controles médicos.