La salud de Juan Carlos I atraviesa su momento más crítico. Sus apariciones públicas han disminuido drásticamente y, cuando ha sido visto, siempre ha mostrado signos evidentes de debilidad. Y a sus 87 años ha recibido el peor diagnóstico posible: su movilidad ha quedado reducida al mínimo y deberá depender de por vida de una silla de ruedas. Aunque la imagen pública del rey emérito sigue controlada con esmero, la realidad puertas adentro es bien distinta.
Según han confirmado fuentes cercanas, los últimos chequeos médicos han descartado cualquier esperanza de recuperación. Tras años de operaciones en las caderas y las rodillas, el daño es ya irreversible. Ni los tratamientos más avanzados han conseguido frenar el deterioro, y los especialistas han sido contundentes: su estado solo irá a peor.
Felipe, Cristina y Elena ya conocen la realidad más dura del rey emérito Juan Carlos I
Consciente de la gravedad del asunto, Juan Carlos I ha trasladado a sus tres hijos, Felipe VI, la infanta Elena y la infanta Cristina, los informes de la situación. Aunque la familia era ya conocedora de su fragilidad, el diagnóstico definitivo ha sido un golpe duro. En especial para Elena, su hija más cercana, quien desde hace años ha asumido el papel de apoyo constante, viajando con frecuencia a Abu Dabi para estar a su lado.
A medida que pasan los meses, el panorama es claro: Juan Carlos I ya no podrá recuperar la movilidad y su salud está en una frágil cuenta regresiva. La monarquía española se enfrenta a un desafío complejo: cómo gestionar los últimos años del hombre que marcó una era, pero cuya imagen ha quedado ensombrecida por la polémica.
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La Casa Real maniobra ante el peor escenario
Las reacciones no se han hecho esperar. El rey emérito lleva tiempo adaptando su entorno a esta nueva realidad. Su residencia en Abu Dabi ya fue equipada con rampas, barandillas y asistencia permanente, garantizándole la comodidad que necesita. Mientras que su permanencia fuera de España empieza a ser un tema delicado para la Casa Real. En el entorno de la monarquía se reconoce que si el rey emérito fallece fuera del país, sería un golpe simbólico devastador para la institución. Tanto es así que ya se le permite pasar más tiempo en territorio español del que ha sido habitual en los últimos años. Sin ir más lejos, varias fuentes han afirmado que, desde principios de febrero, Juan Carlos I se encuentra en Madrid, en un palacete privado a apenas cuatro kilómetros de Zarzuela.
Aunque la estrategia oficial sigue siendo mantener su estado de salud bajo estricta discreción, cada vez es más difícil ocultar la realidad.