Juan Carlos I está a punto de soplar la vela de su pastel de aniversario más vergonzante: el de su huida de España para evitar problemas judiciales por su afición a los escándalos económicos. El 3 de agosto de 2020 se largaba y se refugiaba en los Emiratos Árabes, donde sus amigos y benefactores de Abu Dhabi le ofrecían un cobijo de lujo alejado de paparazzis. Está aburrido a pesar de recibir las visitas de las hijas, añora sus festines y regatas en Sanxenxo y a sus 83 años cada vez está peor de salud, pero a pesar de la insistencia de sus amigos y seguidores, sigue sin billete de vuelta definitivo.
De hecho, no da la impresión que reserve vuelo en las próximas fechas, porque las revelaciones de sus trapicheos no se detienen. Ahora, 52 millones más donados por los 'Albertos' en la venta del Banco Zaragozano. Otro cromo para añadir a su colección de la infamia. No pasará nada: era inviolable y pasó en 2003, pero la mancha de porquería es colosal. Su disfraz de monarca no hay jabón, lejía ni disolvente industrial que lo lave. Puagh.
Mientras Juan Carlos mira la vida y sus miserias pasar, el régimen español, cortesano y monárquico, gira la cabeza y comenta el vuelo de la golondrina o el devenir de los Juegos Olímpicos, que vienen a ser lo mismo. Mucho bla bla bla, pero ni un reproche. Ni real y real. Sólo los elementos díscolos y subversivos se manifiestan. "Díscolos y subversivos" por osar llamar a las cosas por su nombre, claro. Un exsubordinado del que fuera Comandante supremo de las fuerzas armadas españolas, por ejemplo. Al teniente Luis Gonzalo Segura lo echaron al denunciar la corrupción en el ejército y el fervor franquista instalado en los cuarteles. Un castigo por destapar el pozo maloliente que el estado rechaza limpiar y airear, porque tiene otras prioridades muy claras.
Las explica en un artículo en el medio extranjero 'Russia Today', destruyéndolos como nunca: "El mayor objetivo del Estado español no es terminar con la corrupción que lo carcome, menos aún tiene por misión detener al delincuente múltiple Juan Carlos y a todos los que hubieran participado de su orgía delictiva, sino minimizar los afectados por los procesos judiciales en vigor y, sobre todo, se afana en reprimir a todos aquellos que pudieran poner en peligro su lucrativo negocio ilegal". Una lista que conocemos bien: "catalanes, los vascos, los izquierdistas, los alertadores de corrupción, los críticos o cualesquiera otros. Una labor a la que contribuye de forma más que notable el PSOE". Para Segura la democracia española "queda mancillada casi a diario por las decisiones judiciales, los partidos políticos, los medios de comunicación y las golferías del rey Juan Carlos, pero también por las cuestionables maniobras de Felipe VI".
Por muchos años, majestad. No sufra, que no lo echamos de menos. Si vuelve, que sea para asumir su responsabilidad. Seguiremos soñando despiertos, claro.