Cada día que pasa a Juan Carlos I le quedan menos secretos escondidos. El destino de su exilio o huída a toda prisa, por ejemplo: ya sabemos que está bien custodiado por sus 'hermanos' de Abu Dabi en un hotel de lujo asiático, nunca mejor dicho, a razón de 12.000€ la noche. Esta semana también hemos asistido a la demoledora entrevista de Corinna Larssen en la BBC, con un festival de revelaciones íntimas que son pura dinamita. La bola de nieve (o de arena del desierto) se está haciendo gigantesca. No es de extrañar la decisión del emérito de poner miles de kilómetros de distancia con su "querida" España. Un país al que ha ocultado todo tipo de informaciones vergonzantes, y en el que cuenta con grandes defensores y benefactores.
Uno de los grandes protectores de Juan Carlos ha sido Nicolás Cotoner y Cotoner, marqués de Mondéjar, jefe de la Casa del Príncipe por orden de Franco entre 1964 y 1975, y primer responsable de la Casa Real hasta el año 1990. Un hombre que acumulaba títulos nobiliarios como quien llena un álbum de cromos. Muerto en 1996, dejó una orden categórica a sus 5 hijos: quemar toda la documentación sobre la familia real, más de 100 cartas personales y documentos únicos. La consigna, clara: que cuidaran del Borbón como si se tratara de un hermano, ya que el monarca lo tenía por padre adoptivo. Y 24 años después mantienen la promesa, ofreciéndole cobijo durante las semanas previas a hacer la maleta y largarse. Explica Vanity Fair que ha visitado a menudo la finca La Escorzonera, a 7 kilómetros de la Zarzuela. Un escondrijo seguro donde continuar con su vida, preparar su 'espantá' y practicar la caza. Amigos poderosos que, por cierto, comparten con Juan Carlos una penosa característica, la de tener una relación particular con el dinero público: han sido investigados por evadir impuestos, como explica El Confidencial.
"Dios los cría", y Franco y la realeza "los junta".