Hubo un tiempo en el que Juan Carlos I era uno de los miembros más admirados de la monarquía española, con una imagen casi intachable que inspiraba respeto y admiración entre la ciudadanía. Sin embargo, con el paso de los años, esta percepción fue cambiando drásticamente. Los escándalos y las controversias en las que se vio envuelto terminaron por erosionar su reputación, transformándolo en una de las figuras más cuestionadas y repudiadas por una parte considerable de la población española. Este deterioro en su imagen también afectó la confianza de los ciudadanos en la institución monárquica en su conjunto, generando tensiones dentro de la Casa Real.

Ante esta situación, Felipe VI y Letizia se vieron en la necesidad de tomar medidas contundentes para preservar la estabilidad de la corona. Como parte de esta estrategia, se distanciaron del apellido Borbón y de la figura de Juan Carlos I. En 2014, el entonces rey emérito se vio obligado a abdicar, una decisión que marcó un antes y un después en su vida pública. Sin embargo, la mayor humillación llegó en 2020, cuando se le impuso el exilio definitivo. Juan Carlos tuvo que abandonar España y trasladarse a los Emiratos Árabes Unidos, a miles de kilómetros de su tierra natal, separado de su familia, amigos y de la vida que había construido durante décadas. Para un monarca, abandonar su país por la puerta trasera fue un golpe devastador, un deshonor que aún pesa sobre sus hombros.

Juan Carlos I en Casa Lucio con los presidentes

A lo largo de estos cuatro años de exilio, el exmonarca ha vivido con una inquietud constante. Según fuentes cercanas, experimenta pesadillas recurrentes relacionadas con su situación, un reflejo de las tensiones emocionales que enfrenta. Pero hay una preocupación aún mayor que lo atormenta: el final de sus días. A sus 86 años, es consciente de que el tiempo no está de su lado, y teme profundamente la idea de morir lejos de España. Para él, el hecho de que su cuerpo sea repatriado sería una deshonra adicional, un desenlace indigno para alguien que fue rey.

Juan Carlos I se quedará en silla de ruedas, la peor noticia que ha podido recibir 

Juan Carlos anhela un funeral de Estado similar al de la reina Isabel II, con toda la pompa y el reconocimiento que corresponde a su antiguo cargo. No desea un servicio modesto como el que tuvo Constantino de Grecia, hermano de la reina Sofía, quien falleció también en el exilio. Su visión incluye una ceremonia multitudinaria en la que jefes de Estado, representantes de casas reales y personalidades de todo el mundo se reúnan en Madrid para rendirle homenaje. En sus sueños, imagina un desfile en su honor por las calles de la capital, seguido de una misa solemne en el Monasterio de El Escorial.

Sin embargo, el temor de no ver cumplidas estas aspiraciones le genera gran angustia. Personas cercanas al rey emérito han señalado que su obsesión por este tema se intensificó después de asistir a los funerales de la reina Isabel II en Westminster, un evento que le hizo reflexionar profundamente sobre cómo será recordado y despedido. Según estas mismas fuentes, Juan Carlos ha comenzado a mostrarse abatido y melancólico, preocupado por la incertidumbre de cómo será tratado después de su muerte.

A pesar de todo, el rey emérito sabe que su popularidad en España ha disminuido drásticamente, lo que alimenta su inseguridad al imaginar situaciones cotidianas. Se dice que en ocasiones se despierta en medio de la noche empapado en sudor, atormentado por la idea de ser recibido con desprecio si regresara a su país. Ha confesado temer algo tan simple como salir a comer y enfrentarse a una reacción hostil, como que alguien le lanzara un tomate en público.

Aunque Juan Carlos ha logrado un acuerdo con Felipe VI sobre cómo le gustaría que se organice su funeral, la sombra del exilio y su caída en desgracia siguen siendo fuentes de profunda preocupación para él, marcando los últimos años de su vida con una mezcla de nostalgia y temor.

Juan Carlos I ha recibido una de las peores noticias. Hace más de una década que afronta problemas de movilidad, se ha operado de la cadera y las rodillas más de una decena de veces. Se ha sometido a revolucionarios tratamientos de medicina regenerativa, pero ya no surten efecto. El emérito se quedará en silla de ruedas. Esto produce una profunda tristeza en el padre de Felipe VI, que no consigue conciliar el sueño y utiliza pastillas para dormir. 

Juan Carlos silla