El rey emérito Juan Carlos I, a sus 86 años, está atravesando un deterioro significativo en su salud que ha preocupado profundamente a su familia y a quienes han sido parte de su círculo cercano. En los últimos meses, ha pasado largos periodos en Ginebra, Suiza, donde, según diversas fuentes, ha recibido atención médica especializada en el Hôpital de La Tour. Su presencia en esta ciudad ha generado diversas especulaciones, que van desde el cuidado constante que le brinda su hija Cristina hasta el acceso a una de las pocas sedes donde guarda parte de su fortuna.
A medida que ha envejecido, el deterioro físico del rey se ha vuelto evidente. En sus contadas apariciones públicas, se le ha visto necesitando asistencia para moverse, ya sea apoyado en escoltas o, en ocasiones, en una silla de ruedas. A pesar de sus esfuerzos por mantener cierta rutina de ejercicios, sus movimientos se han vuelto limitados, y su figura visiblemente delgada refleja un estado de salud que ha despertado inquietudes.
Juan Carlos I empieza a mostrar signos preocupantes de deterioro cognitivo
Sin embargo, más allá de sus problemas físicos, las preocupaciones ahora se centran en el deterioro cognitivo que Juan Carlos I ha comenzado a experimentar. Fuentes cercanas a la familia han señalado que el emérito presenta pérdidas de memoria que afectan su vida diaria, con episodios en los que confunde nombres e, incluso, olvida eventos recientes.
Estos síntomas de demencia senil son cada vez más notorios y han impactado la forma en que el rey emérito percibe su entorno y su propia identidad. Para un hombre que alguna vez fue símbolo de fortaleza y vitalidad, estos episodios representan una pérdida de autonomía y control, algo que Juan Carlos I ha tomado como una gran humillación.
Juan Carlos I, sometido a un control constante sobre su deterioro físico y mental
A estos problemas de memoria se suman lagunas que han surgido en momentos delicados, especialmente cuando intenta recordar a personas importantes en su vida. Este deterioro cognitivo ha comenzado a preocupar a sus hijas, Elena y Cristina, quienes han asumido un papel activo en el cuidado de su padre. La presencia del emérito en Ginebra, especialmente en los momentos en que su padre se encuentra más debilitado, refleja el compromiso de ambas de estar a su lado en esta etapa.
Aunque el diagnóstico de demencia senil no se considera alarmante por ahora, los médicos en Suiza han recomendado un tratamiento constante y un seguimiento cercano, considerando que esta condición tiende a progresar. La familia de Juan Carlos ha tomado medidas para que esté en un entorno controlado, aunque esta realidad se vive con gran discreción dentro del seno familiar, dada la naturaleza privada y delicada de su condición.