El pasado siempre guarda sus misterios, y en el caso del rey emérito Juan Carlos I la sombra de sus escándalos, amantes y los secretos guardados en el lujoso yate Fortuna han vuelto a salir a flote. Aunque nombres como Corinna Larsen, Bárbara Rey y Marta Gayá han estado en el foco mediático durante años, una revelación en el programa 'Sálvame' en julio de 2020 destapó una conexión inesperada entre el emérito y Antonia Dell’Atte, expareja de Alessandro Lequio, generando nuevas interrogantes sobre la vida privada del ex monarca.
Como desveló en su momento la periodista Laura Fa, Antonia Dell’Atte fue sorprendida en una de sus visitas al Fortuna, aunque las imágenes resultantes, aseguró, nunca vieron la luz. Estas fotografías avivaron especulaciones sobre la naturaleza de la relación que unía a la italiana con el emérito. Ahora bien, lo más intrigante, según Lorena Vázquez, no es tanto la visita de Antonia Dell’Atte al rey Juan Carlos I, sino la curiosa omisión de esas instantáneas en todos los medios de comunicación.
Celebraciones escandalosas en altamar: el papel de la Guardia Civil
Según Laura Fa, los paparazzi empezaron a notar movimientos inusuales entre el personal de seguridad de la Casa Real. Poco después, presenciaron la llegada de una misteriosa mujer, identificada como Antonia Dell’Atte: “Estuvo dos horas, salió, le volvieron a hacer las fotos, y nunca vieron la luz”. Este silencio podría relacionarse con el hecho de que las reuniones del emérito en el Fortuna no eran simples eventos familiares, sino más bien festines llenos de excesos de proporciones épicas. Tras la fachada real se escondía un universo de lujuria, amantes y fiestas desenfrenadas.
La táctica de Juan Carlos I para “deshacerse” de sus amantes
Estas fiestas no conocían límites. Sustancias ilícitas y una multitud de mujeres formaban parte de estos eventos, donde Juan Carlos I se entregaba a sus instintos más bajos, alejado de la mirada pública y de los juicios de la reina Sofía. Sorprendentemente, incluso la Guardia Civil tenía prohibido intervenir, a pesar de las continuas quejas de la sociedad mallorquina. Las autoridades solo estaban autorizadas a aproximarse en una situación específica: cuando Juan Carlos se deshacía de sus amantes arrojándolas por la borda.
Esto sucedía cuando la reina Sofía recibía información sobre la ubicación de Juan Carlos. La emérita se subía entonces a una lancha llamada ‘Somni’ con sus escoltas e intentaba atraparlo in fraganti. Sin embargo, el padre del rey Felipe VI contaba con sus cómplices. En un movimiento sincronizado, sus aliados le alertaban que la reina Sofía se dirigía hacia el Fortuna para que él se deshiciera de la amante de turno arrojándola al mar. Era únicamente en esos momentos cuando la Guardia Civil intervenía para rescatarlas.
Ahora bien, ¿podría Antonia Dell’Atte haber sido arrojada al mar en alguna ocasión para despistar a la reina Sofía? Solo ellos lo saben, pero lo que sí es de conocimiento público es que todos aquellos que iban al Fortuna sabían que no se trataba de una escapada tranquila, sino de un auténtico desmadre en altamar.