Juan Carlos y Sofía se casaron por obligación, nunca se quisieron. A día de hoy ni tan siquiera sienten un especial cariño el uno por el otro. La relación está totalmente rota. Hace décadas que decidieron separarse de mutuo acuerdo, aunque no se divorciaron para no dañar la imagen de la corona. Ambos son muy diferentes. La emérita es una mujer muy tradicional y familiar, aunque realmente lo que truncó su matrimonio fueron las constantes infidelidades y humillaciones del padre de sus hijos.
Sofía se ha apoyado siempre en su hermana, Irene de Grecia. Ambas viven juntas desde hace década en un ala separada de Zarzuela. Son muy parecidas, comparten muchas pasiones. Se volvieron dos mujeres interesadas por los fenómenos paranormales. Sus creencias empezaron en un viaje a China junto a un grupo de periodistas donde destacaba Iñaki Gabilondo y Jaime Peñafiel. Los informadores viajaron en otro avión y en el momento del vuelo vieron una luz cegadora que despertó a todos los pasajeros que dormían.
La reina Sofía se interesó en aquel fenómeno que probaría su teoría de que existiría vida en otros planetas. Cree en la existencia de extraterrestres. Siempre le ha interesado este tema. En un encuentro en Lima con el ufólogo Carlos Paz, la monarca le preguntó si ella podría ver un ovni. “¿Cuándo quiere usted verlos?”, inquirió Paz. “Pues en navidad, que estamos toda la familia", contestó generosa la reina.
Juan Carlos se burlaba de la reina Sofía
Juan Carlos siempre se mofaba de las teorías extraterrenales de la reina Sofía. Pilar Eyre cuenta en 'La soledad de la Reina' (Ed. Esfera de los libros) otra anécdota significativa. Los periodistas le regalaron a la madre de Felipe una piedra de tres mil kilos, supuestamente enviada por los incas desde otro planeta, con una misteriosa inscripción. Sofía mandó instalar la piedra en la piscina, donde a día de hoy continúa. Ilusionada, la emérita enseñó la inscripción a su esposo. El rey Juan Carlos se volvió a mofar de ella. “¿Sabes lo que pone, Sofi? ¡Beba Coca-Cola, Sofi! ¡Beba Coca-Cola!”.
A Sofía le apasiona este mundo desde pequeña, es una herencia directa de su madre. Federica creía que los vivos podían hablar con los muertos. De hecho, aseguró que hablaba con su difunto marido. “En mi familia no creemos ni en el infierno ni en el demonio. También pensamos que Dios está en nosotros y en todas partes y que en cada vida nos reencarnaremos en alguien mejor hasta acercarnos a Él. Desde la ameba hasta Dios. Lo que pienso es lo que vuelve a mí. Si pienso cosas buenas, el universo me envía cosas buenas”.