Juan Carlos ha vuelto a España por sexta vez desde principios de año. Un hecho que no sería eseñable si no fuera por un detalle: en esta ocasión pisa territorio del Estado prácticamente a escondidas, sin avisar. Muy pocos conocían las intenciones del emérito, cuando no hace ni dos semanas que abandonó Sanxenxo y las famosas regatas. A su alrededor hay una corte celestial que va filtrando y anticipando sus movimientos, manteniendo los ánimos del juancarlismo muy arriba. Esta vez, sin embargo, estaban calladitos. Ni una palabra hasta que el Borbón de 86 años ha aparecido en el aeropuerto gallego de Santiago en un jet privado, y desde donde se ha trasladado en coche hasta la localidad de la Ría de Arousa, acompañado siempre por el armador, presidente del club náutico, amigo irreductible y anfitrión del rey huido, Pedro Campos.
Sorprende la discreción y el hermetismo de un Juan Carlos al que no hay nada que ponga más que una buena exhibición pública. También porque el objeto de esta nueva visita es, una vez más, el tema náutico y la competición en aguas de la costa de Pontevedra. La Liga española 6mc encara las últimas pruebas de la competición, y en el horizonte aparece el campeonato de Europa, cita en la que el emérito quiere estar en plena forma. Por eso se entrena, dicen sus íntimos. Ni rastro de intención alguna de pasar por Madrid y mantener un encuentro privado con su hijo Felipe VI en Zarzuela, cosa que trascendió durante la última ocasión. No parece que la súplica haya tenido respuesta positiva. Y, por descontado, si se llegara a producir esta reunión, no será estos días: es el peor momento posible.
Felipe ya le ha advertido en muchas ocasiones que sus expediciones por territorio nacional están supeditadas a una premisa: no puede ofrecer espectáculos públicos que coloquen a la corona en una posición delicada. Y aquí entra en juego el tesoro más frágil de Zarzuela: la heredera, la princesa Leonor. No quieren que se acerque demasiado, ni tampoco que eclipse, con sus idas y vueltas, la figura y proyección de la futura reina. Y claro, estos días que tenemos a Leonor y la Sofía por Catalunya, con visitas a estudios de artistas como Jaume Plensa o la entrega de los Premios Princesa de Asturias en Lloret de Mar, los nervios están a flor de piel. Todas las miradas están puestas sobre las hijas de Felipe y Letizia, las portadas y los titulares solo tienen dos protagonistas. Tres serían multitud. El abuelo molesta.
La llegada medio secreta de Juan Carlos apunta a drama, porque las condiciones climatológicas no invitan ni a salir a la mar, ni siquiera ir a dar una vueltita a pie por este paraje. Ha llegado con lluvia intensa, y veremos si vuelve a ver el sol: la previsión durante todo el fin de semana es bastante pesimista. Un desastre. Se podría haber ahorrado el viaje, pero su ansia de protagonismo le supera. Incorregible.