La salud de Juan Carlos I ha sido motivo de preocupación en los últimos tiempos. A sus 86 años, enfrenta los desafíos típicos de la vejez, pero su situación se ve agravada por la demencia senil que comienza a manifestarse. Este trastorno cognitivo, que afecta la memoria y otras funciones mentales, ha llevado a episodios en los que el emérito no logra recordar acontecimientos recientes ni reconocer a algunas personas, incluyendo a sus amigos cercanos.
Exilio y aislamiento: La soledad del emérito en tierras lejanas
La vida del ex monarca ha sido tumultuosa en los últimos años. Después de una serie de controversias y escándalos financieros que empañaron su reinado, Juan Carlos I se vio obligado a alejarse del foco mediático. En agosto de 2020, tras el surgimiento de la pandemia de COVID-19, optó por el exilio en los Emiratos Árabes Unidos, donde ha mantenido una vida relativamente discreta entre un círculo de amigos muy exclusivo, principalmente jeques.
Durante el primer año, apenas se vislumbraba su presencia, y su nombre rara vez resonaba en los círculos reales. Sin embargo, poco a poco comenzó a hacer acto de presencia en las regatas de Sanxenxo, siempre tras pedir permiso a su hijo. Pero en el último año, el esposo de la reina Sofía ha recorrido el mundo con total libertad. Lo hemos visto en Londres, en París, e incluso en Ginebra, además de protagonizar hasta siete apariciones en España. Sin embargo, su salud se ha convertido en una preocupación creciente para su familia, especialmente para su hijo, el rey Felipe VI, quien está cansado de tenerlo a miles de kilómetros sin poder disfrutar de su compañía en estos últimos años de su vida. Además, los médicos han confirmado que, además de los problemas físicos derivados de múltiples cirugías de cadera y rodilla, el ex monarca muestra signos incipientes de demencia senil.
La decadencia de un rey: La demencia senil golpea a Juan Carlos I
La demencia senil es una enfermedad degenerativa que afecta cada vez más a la capacidad cognitiva de quienes la padecen. En el caso de Juan Carlos I, esto se traduce en dificultades para recordar eventos recientes y reconocer a personas cercanas, lo que ha generado preocupación en su entorno familiar. La posibilidad de que el ex monarca no reconozca a su propia familia en un futuro no muy lejano es una preocupación constante para sus seres queridos.
El cambio en la residencia de Juan Carlos I desde Abu Dabi a Ginebra, donde reside la infanta Cristina, ha sido interpretado como un intento de acercarlo a la familia y a España. Esta medida facilitaría los viajes y garantizaría un mejor control sobre su salud y bienestar. Sin embargo, el deterioro cognitivo del ex monarca plantea desafíos adicionales, ya que podría dificultar su adaptación a nuevos entornos y generar confusiones en cuanto a su ubicación y su situación actual. Este problema no es único en la Familia Real, ya que también enfrentan dificultades similares con Irene de Grecia, hermana de la reina Sofía, quien sufre un deterioro cognitivo significativo. Este deterioro incluso ha sido confundido en ocasiones con Alzheimer.
Para la Casa Real, la salud de Juan Carlos I representa no solo una preocupación personal, sino también una cuestión de imagen pública y legado histórico. En última instancia, lo más importante para Felipe VI es brindarle al ex monarca el cuidado y la atención que merece en esta etapa de su vida.