Juan Carlos I y Sofía comparten únicamente la conexión de tener tres hijos en común, pero sus discrepancias son absolutamente insuperables. La reina emérita ha optado por ignorar por completo a la persona que la ha engañado repetidamente con otras mujeres, considerando esta historia como una parte indeseada de su pasado que prefiere dejar atrás. Ya ha transmitido a sus hijos sus últimas voluntades para después de su fallecimiento, expresando su deseo de no ser enterrada, sino cremada. Además, ha dejado claro que no quiere que sus restos descansen en un palacio, sino que anhela la libertad de ser esparcidos en el mar Egeo, el mismo que la vio crecer.
En una entrevista, la madre de Felipe afirmó con determinación: "Moriré siendo reina, reinando hasta mi último aliento. Incluso si mi hijo reina o si me encuentro en el exilio... ¡Que así sea! ¡Eso ya no será mi preocupación! Que decidan qué hacer conmigo". Sin embargo, deja claro que no desea reposar en el panteón de los Borbones, un lugar que Juan Carlos considera apropiado para su propio entierro, al describirlo como "muy lúgubre" y desagradable debido al tiempo que los cuerpos deben pasar allí antes de descomponerse.
Juan Carlos enfrentó una crisis significativa al asistir a los funerales de la reina Isabel II y Constantino de Grecia en menos de un año, lo que le hizo reflexionar sobre su propia edad y la finitud de su existencia. A pesar de sus deseos de regresar a España, no desea perjudicar a la monarquía, aunque siempre ha expresado sentirse más como un "padre repudiado".
Un homenaje para Juan Carlos
Aunque el emérito ha reflexionado sobre su propio entierro, actualmente disfruta del mejor momento de su vida y desea que ese capítulo final llegue lo más tarde posible. Sueña con partir de este mundo siendo recordado como el gran rey de la democracia que fue durante cuatro décadas.
Imagina un funeral espectacular, con un gran despliegue similar al de la reina Isabel II o su propio padre, Juan de Borbón, cuyo féretro fue transportado en un carro de artillería desde el Palacio Real hasta el Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, donde se llevó a cabo una misa-funeral con la participación de cientos de ciudadanos.
Según el protocolo, el entierro de Juan Carlos contará con honores militares, ya que, debido a su abdicación, no se le trata como rey, sino como Príncipe de Asturias. El Gobierno en ese momento determinará su rango de Estado, aunque la familia real podría optar por un funeral más íntimo con solo familiares y amigos cercanos. No obstante, los honores militares serían inevitables debido a su posición anterior.