Juan Carlos de Borbón ha vuelto a abandonar su nuevo país y ya está en París, donde de aquí a un par de horas asistirá al ingreso en la Academia Francesa de Mario Vargas Llosa. El emérito ha sido invitado personalmente por el escritor peruano, que tras perder a Isabel Preysler ha tenido que buscar refuerzos mediáticos a toda prisa para asegurarse portadas y titulares de sus andanzas. Juan Carlos ha viajado desde Abu Dabi y se ha encontrado con su hija Cristina en la capital francesa, su acompañante durante el acto solemne. Es la cuarta salida oficial del Borbón desde que, en agosto de 2020, se largara de España acosado por los escándalos. Las tres anteriores ha sido por dos funerales (Constantino de Grecia, en Atenas, e Isabel II en Londres) y un viaje de placer y exhibicionismo: Sanxenxo y Madrid.
Este excursión de fin de semana largo ha sido la única ocasión en la que hemos visto a Juan Carlos pisar territorio español. Un viaje de carácter privado, pero que de privado tenía bien poco. La idea era reencontrarse con los amigos de las regatas en Galicia, y acabar con una visita a Zarzuela para departir con la familia (ignorando a hijas ilegítimas, por cierto). Todo agenda privada, repetimos. Sin embargo, el álbum de fotos está lleno a tope de instantáneas del emérito dándose baños de masas como si nada hubiera pasado, como si fuera el hijo pródigo que volvía a casa. Felipe se subía por las paredes viendo el espectáculo impúdico, lo llamó al orden y le prohibió volver por una buena temporada y, sobre todo, en las mismas circunstancias y la misma actitud. Se pasó veinte pueblos, esta es la verdad.
Juan Carlos, en París para acompañar a un Mario Vargas Llosa disfrazadísimo
El viaje a París de Juan Carlos también está considerado como un acto absolutamente privado. Pero en este caso, privado de verdad. Es un fantasma a ojos de la opinión pública, está escondido, es invisible. Aquí sí se cumple la costumbre de no informar de sus actividades. Tampoco se sirven imágenes del Borbón en la Ciudad de la Luz, el queda a oscuras. Tendremos que esperar hasta las 15:00 horas cuando de comienzo el acto, para ver al monarca de 85 años aplaudiendo en un Mario Vargas Llosa disfrazadísimo. El traje ceremonial, con todos los respetos, es una mezcla de domador de leones y torero extraño, coronado con una espada que da miedo. Así se lo encontrará Juan Carlos, todo un espectáculo. La hija del escritor, Morgana, hace spoiler.
Borbón, petulante en España pero escondidito en Francia
Lo que queda claro es que Juan Carlos no osa hacer en Francia lo que sí hace en España: es decir, pasearse petulante por todas partes, reclamando casito y haciéndose la estrella. Prefiere pasado desapercibido en el país de la República y la guillotina, no sea que vuelva a pasarse de la raya y Felipe le corte más las alas, que no el cuello. Tanto secretismo, sin embargo, hace que nos muramos por saber que narices ha hecho desde que puso un pie en París. Nos hacemos una idea, aunque no podemos asegurar nada. Pero se sabrá. Como se sabe todo. Al tiempo.
Juan Carlos y su cara de cemento, penúltimo capítulo. Continuará.