El rey Juan Carlos tiene el mote de "el campechano" por su aparente cordialidad en el trato. Tras esta máscara se escondía un jefe de Estado infiel ilimitadamente a su mujer, bajo la sombra de la corrupción y el tráfico de influencias en los negocios y que ha controlado la imagen de la Corona con mano de hierro, impidiendo que durante su reinado se hiciera pública su cara oculta. Jaime Peñafiel es coetáneo del rey, lo ha acompañado en decenas de viajes oficiales y como acostumbra a decir "soy demasiado viejo y demasiado rico para que me hagan callar". Su última columna en La Otra Crónica vuelve a dibujar el enésimo episodio de un rey furioso y fuera de sí en un acto público.

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Año 1980, embajada española en Indonesia. El entonces ministro de Asuntos Exteriores improvisa una rueda de prensa en la misma sala donde, apartado en un rincón, se encuentra al rey. Escribe Peñafiel: "Don Juan Carlos se dejó llevar por la cólera. Un creciente cabreo que se iba apoderando de su majestad, dirigiendo incendiarias miradas al grupo que formaban el ministro y los periodistas. Don Juan Carlos dejó a los invitados con la palabra en la boca y, dando grandes zancadas, se dirigió hacia la salida del salón con la cólera reflejada en la mirada y en la voz ya que, al pasar junto a nosotros, nos gritó lleno de ira: “¡Esto no se me puede hacer a mí! ¡Es la última vez que vais a viajar conmigo!”.

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Lo más revelador es cómo Juan Carlos se va de la embajada sin que su esposa, la reina Sofía,, que llama cariñosamente Juanito a su marido, pueda parar su numerito. Y cómo Juan Carlos la trata en público en el día del cumpleaños de Sofía, 2 de noviembre: "La pobre Reina le suplicaba: "¡Juanito! ¡Juanito"!. "¡Ni Juanito ni hostias!" , fue su respuesta antes de dar con la puerta en las narices de Doña Sofía y subir al coche para regresar a su residencia oficial en Yakarta".

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Malhablado, huraño, orgulloso y de reacciones desproporcionadas y airadas en público. El mal llamado campechano es todo lo contrario y la prensa lo ha silenciado durante 40 años. Jaime Peñafiel ya no colabora en el velo de silencio mediático y lo explica para entender mejor en manos de quién ha estado la Corona. Y en manos de quién está. Porque el hijo ha hecho bueno al padre.