Juan Carlos preocupa. El historial médico y la edad del emérito autoexiliado, 86 años, están pasando factura de manera drástica. Tampoco ayuda su obsesión de ir de aquí para allá constantemente: Abu Dabi, Sanxenxo, Londres, Ginebra. Y la guinda, claro, de las regatas. Un hombre con caderas y rodillas destrozadas y con graves problemas de movilidad, que debe ser colocado, literalmente, en el interior de la embarcación. El monarca, sin embargo, se empeña en hacer ver que está como unas castañuelas. "Más vivo que nunca", le ha dicho a su entorno estos días. Por dentro, quizás sí. Por fuera, la realidad es mucho más cruda.
Y esta es, ni más ni menos, que Juan Carlos ha perdido una pierna. La izquierda. Es inservible, la tiene prácticamente inmóvil. Es por eso que está aprovechando su traslado subrepticio a la capital de Suiza para ponerse en manos de especialistas en rehabilitación, en el hospital Le Tour. Combina estas sesiones con la supervisión, desde Vitoria-Gasteiz, del equipo formado por los doctores Eduardo Anitua y Mikel Sánchez, sus doctores de confianza y números 1 en la materia. En Ginebra es tratado por fisioterapeutas que trabajan con deportistas de élite, personajes relevantes y millonarios en general. Se pone en sus manos para obrar un milagro. Y también para tratar de ahorrarse su peor pesadilla.
'Monarquía Confidencial' habla a través del círculo de confianza de Juan Carlos: "Está muy concienciado y dispuesto a 'recuperar' la mayoría de la movilidad de su pierna izquierda". La situación es grave, lo admiten todo. Que no la puede mover y que "recuperar" necesita unas comillas para enfatizar los resultados del tratamiento. La batalla está perdida y con el bastón ya no basta. Tampoco con el brazo de escoltas, asistentes, familiares o el propio rey Felipe; o con el último modelo de zapatillas deportivas diseñadas para lobos de mar, ideales para evitar caer de bruces y sufrir una desgracia, a estas alturas del partido. Sería muy peligroso. Pero Juan Carlos solo tiene una cosa entre ceja y ceja: resistir para evitar la silla de ruedas.
Esta es, desgraciadamente para él, una realidad cada vez más evidente: la utiliza continuamente en Abu Dabi (por eso el tema de las obras en casa, están adaptándola), y está cada vez más presente en salidas privadas. Pero no le gusta nada mostrarlo en público. La empezó a utilizar en 2018, cuando Leonor y Sofía todavía eran pequeñas y el exilio parecía una distopía inimaginable. También la necesitó en Jordania hace un año, en aquella boda de Hussein de Jordania y Rajwa Al Saif en la que tuvo que coincidir, a la fuerza, con su detestada mujer Sofía. Y después tenemos el historial familiar: su madre, María de las Mercedes, acabó sus días postrada en una silla de ruedas. Su hermana Pilar, también. Todo son recuerdos tristes y amargos. Y el emérito todavía tiene ganas de marcha.