El rey Juan Carlos llegó este miércoles a Sanxenxo procedente de Abu Dhabi, donde estará unos días, como si no hubiera pasado nada, como si no fuera alguien a quien su propio hijo le dio una patada, como si todavía se creyera que es el campechano. Es lo que tiene que tenga a su alrededor un gran número de palmeros que le ríen las gracias a pesar de los escándalos que ha protagonizado. La poca vergüenza del Borbón no tiene límites, y aquí lo tienen, volviendo a navegar con sus amigotes, metiéndose hasta arriba de marisco y jijijaja, mientras su hijo se marchaba a Palma para no coincidir con él y mientras el resto de su familia se reunirá en Marivent. Un Juan Carlos que saludaba al personal en el Club Náutico de Sanxenxo y que tenía evidente problemas de desplazamiento para bajar del barco, que incluso lo han tenido que ayudar ante el riesgo de que se cayera de bruces.
Eran las 12 del mediodía cuando su amigo Pedro Campos lo llevaba en coche allí donde más le gusta, para ir de regatas, llegando a las instalaciones del Real Club Náutico para ir a navegar. Bastante indiferencia por parte de la gente que había allí, excepto un grupo de niños, y todavía más especialmente, el perro de uno de estos niños, que cuando ha tenido al monarca cerca, le ha hecho un lametazo en toda la mejilla. El emérito, acostumbrado a los lamidos de los palmeros, no se lo ha tomado nada mal, con una reacción que como describen en Vanitatis, "no era de desagrado, más bien al contrario. Tras esos minutos de tensión mientras, ayudado por su inseparable Vicente García-Mochales, bajaba las escaleras del pantalán, se ha detenido para hablar con los chavales, que también se disponían a salir a navegar para dar sus prácticas de vela. Un público mucho más entregado que el adulto, bastante menos expresivo y cariñoso".
El recibimiento, sin embargo, a pesar de la efusividad del animalillo, ha sido bien diferente al que tuvo años atrás, cuando llegaba como un ídolo de masas. De hecho, por no ir, no ha ido ni su querida hija Elena, que siempre está con él por ser la prefe. Perfil bajo, no tanto por voluntad propia sino por indicaciones de Zarzuela. Que no se muestre demasiado, que no salga cachondeándose de la gente o poniéndose las botas de manera evidente y procure pasar tan de perfil como pueda. "Hubo toque de atención desde la Zarzuela y se aconsejó que las siguientes apariciones fueran discretas". Y parece que está dispuesto a seguir el consejo. Por ejemplo, porque el miércoles por la noche, al llegar, en lugar de ir a un restaurante, como solía hacer, "pasó la tarde noche sin salir". De hecho, solo recibió una visita. Una mujer que lo fue a ver y que va siempre que él está: "la única visita 'oficial' fue la de Pilariña, la pescadera de Portonovo, que sirve su género a la familia Campos y a otros clientes, tanto de Sanxenxo como de localidades cercanas. El pedido suele ser casi siempre el mismo y casi del mar al plato. Pilariña acude todo los días a la lonja y los que la conocen aseguran que tiene buen ojo para llevarse lo mejor". Un Juan Carlos, pues, que llámale tonto: no se va de mariscada a un restaurante para que no lo vea todo el mundo, pero la mariscada se la llevan a casa.