Es la historia de amor más triste de las monarquías europeas: el matrimonio entre Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia. El 14 de mayo celebrarán 60 años de casados, o mejor dicho, no lo celebrarán. Sencillamente porque no se aman, no se añoran y no se soportan. Su trato conyugal ha sido de pura conveniencia, un negocio y una obligación. Nunca producto de mariposas en el estómago, de aquella sensación tan ilusionante del enamoramiento. Juan Carlos ha sido un mujeriego toda la vida, y Sofía una profesional de la realeza. Cierto que la griega le ha puesto más entusiasmo, dedicación y disciplina a la pareja, pero vaya: que se ha arrepentido siempre de haberse casado con el Borbón. Un hombre que le decía a sus amantes "ni siquiera sabía si me tenía que casar con Irene o Sofía".

La elección de Juanito fue la última bala de la recámara: la escopeta amorosa de Sofía falló los tiros anteriores. El primero, el gran amor de su vida, como explica de forma magistral Pilar Eyre en 'Lecturas': el duque de Kent, Edward. El primo de Isabel II acabó en los brazos de Katharine Worsley, con la que se casó en 1961 en la catedral de York. Un batacazo que la madre de la griega, la ambiciosa Federica, intentó solucionar acercándolo al príncipe Harald de Noruega, actual rey. De hecho la señora consiguió que los sentaran juntos en el templo, y la prensa de aquella época esperaba el anuncio del futuro enlace de los jóvenes. Pero eso nunca ocurrió.

La reina Sofía con el rey Harald de Noruega / GTRES
Los reyes de Noruega, Harald y Sonia / GTRES

No, porque entró en juego una tercera persona que frustraría los planes de Sofía y Federica: la actual esposa de Harald, la reina Sonia. Una plebeya con la cual que el noruego salía desde hacía tiempo, pero que al no tener sangre azul en las venas las Casas Reales no consideraban una amenaza. Pero lo era. Tanto es así que evitó el acercamiento entre su novio y la joven princesa griega de una forma vehemente, visceral, enloquecida: y ya que hablamos de amenazas, con la mayor de todas, la del suicidio. "Se presentó la víspera en el hotel Claridge's contando a gritos que, si Harald se casaba con Sofía, se suicidaría allí mismo". Aquello dinamitó el plan y la fiesta, provocando también la activación de la tercera opción, la peor de todas: Juan Carlos de Borbón.

Juan Carlos de Borbón, siempre con la escopeta preparada / GTRES

Eyre relata que, cuando el padre Juan de Borbón vio a Sofía sola en la boda sin Harald, empujó a su hijo Juan Carlos para que sentara a su lado. Aquello fue definitivo, como que un año después se casarían en Atenas. Un despropósito de boda, con disturbios en la calle, caos organizativo, lesiones que impidieron la consumación del matrimonio y desprecios entre familias. Federica no soportaba a su nueva familia política: ni a su yerno "tú no eres nadie", ni a su consuegra, María de las Mercedes. La madre de Juan Carlos "tenía problemas de alcoholismo", y dijo de ella que iba "tan gorda y mal vestida, y siempre en las viñas del señor". Son sólo algunos del trapos sucios de una boda que Franco y sus secuaces (también los monárquicos) nos intentaron hacer creer que era idílica, un cuento de hadas.

Boda de Juan Carlos y Sofía / GTRES
María de las Mercedes de Orleans y Borbón, madre de Juan Carlos, con Sofía GTRES

Más bien, de terror. Y largo, muy largo. 60 años, un horror. Normal que nadie quiera saber nada del otro.