La conmemoración de los 10 años de reinado de Felipe VI y Letizia deja una víctima: Juan Carlos de Borbón. El emérito ha sido vetado expresamente por Zarzuela, no lo quieren cerca de la institución. Una cosa son encuentros privados y compromisos que no dependen de Casa Real, pero de oficialidad, ni hablar. Con 86 años y una salud cada vez más paupérrima, da la impresión que solo le resta un gran acto público. Uno que no lo verá con sus propios ojos. Y eso le preocupa: una de sus grandes angustias recientes es la de conocer el programa de exequias diseñado para su fallecimiento. Si tendrá honores de estado, desfiles, capilla ardiente y colas kilométricas, como su predecesor y mentor. El ego le puede.
Si Juan Carlos no ha sido invitado a la cita ha sido por acción y omisión. Lo intentó, como ha tratado de apuntarse a todos los acontecimientos recientes, recibiendo siempre la misma respuesta: no. En esta última ocasión, en la que de alguna manera también se celebraban sus 10 años de rey emérito, esperaba que su estancia en Sanxenxo propiciara un gesto magnánimo, una llamada muy esperada. Se ha pasado días mirando la pantalla de móvil, pero ningún whatsapp. Cuando la excusa de las regatas se agotó, y sin tener la autorización para sumarse a los faustos reales, se tuvo que largar. Dijimos que el destino parecía Ginebra, su nueva residencia oficiosa. Pero erramos: volvió al otro nido, el de Abu Dabi. Que lo tenía muy abandonado. Un viaje largo, duro, con mucha pena y vaticinios funestos.
El emérito sabe que se le agota el tiempo, pero que la soñada reconciliación y restitución no llega. El digital 'Monarquía Confidencial', con sus fuentes del entorno de Juan Carlos, dice que "le ha costado el tener que marcharse de España. Está triste, y a la vez orgulloso de esta celebración". Lo que más pesa, sin embargo, es la tristeza. La humillación. Sentirse un apestado a quien no dejarán acercarse a Leonor, la futura reina de España. Ya no es un tema de Felipe, el hijo traidor, quien tiene la culpa de todo. Es que la siguiente de la lista también colabora en borrar su legado y su nombre. Como si no existiera.
Dice el digital que Juan Carlos está dispuesto a chocar una y mil veces contra el mismo muro. El 3 de julio Leonor recibirá, en la Academia General Militar de Zaragoza, su despacho como alférez del Ejército de Tierra. Será la despedida del centro de formación castrense, después de haberse perdido la graduación, que coincidía con el 10.º aniversario del reinado de sus padres. El abuelo ha suplicado oficialmente asistir a la entrega, pero la respuesta será la de siempre. Y mira que los militares estarían encantados de recibirlo, es uno de sus ídolos. Pero ya no manda. Y Felipe VI le da la espalda. Adiós, papá.
