El viejo lobo de mar Juan Carlos de Borbón está contando las horas para volver al Estado español y comenzar la 12.ª visita desde que se largó por sus escándalos. La hoja de ruta es, en principio, clásica: primero a Vitoria-Gasteiz, a hacerse una revisión médica con los doctores Eduardo Anitua y Mikel Sánchez, y después a Sanxenxo, donde disputará, entre comillas, una nueva regata de la Liga española 6mR. La idea del emérito es, según su entorno, prepararse para los campeonatos de Europa de la modalidad, que tendrán lugar a finales de septiembre. Más moral que el Alcoyano, claro que sí.

Esta expresión sirve también para definir la sorpresa que oculta este nuevo viaje del exmonarca de 86 años. Quiere volver a su antigua casa, a Zarzuela, que últimamente se ha convertido en motel, picadero, fiestódromo y escondrijo de un buen grupo de Borbones. Sobre todo de Irene y Miguel Urdangarin, con sus respectivos amorets. También son visitantes habituales Elena, Cristina y Victoria Federica, miembros de su guardia pretoriana. El problema, evidentemente, es que su presencia incomodará y mucho a la única habitante (junto con Irene "Tía Pecu") del complejo real: la reina Sofía. Su esposa humillada y detestada. Solo le faltaba eso: encontrarse a su peor enemigo por los pasillos de casa.

Juan Carlos / Europa Press

El digital 'Monarquía Confidencial' es quien ofrece esta información, citando fuentes del entorno del emérito. No las tiene todas, evidentemente, porque aunque la relación con Felipe VI no sea tan tirante como en tiempos pretéritos, Juan Carlos sigue siendo una piedra en el zapato. Muy tozuda, por cierto: durante los últimos meses, se ha hartado de escribir solicitudes formales para asistir a actos solemnes donde su hijo Felipe o la nieta, la princesa Leonor, eran protagonistas. Juras, aniversarios de reinado, condecoraciones. Siempre ha recibido la misma respuesta: no. Ninguna de sus súplicas ha ablandado el corazón del rey, porque es consciente de que su padre es de aquellos a quien das la mano... y te coge del brazo, el hombro, la cintura y, si te despistas, te ha birlado la cartera (figuradamente, que nos conocemos). Pero él, erre que erre. La bala podría funcionar por un motivo concreto: se trataría de un asunto privado: "Intentará solicitar un encuentro con su hijo en Zarzuela, antes de que la familia real se instale en el Palacio de Marivent, en Mallorca, como cada año". Sería la segunda visita en un año, después del cumpleaños de mayoría de edad de la princesa Leonor. Aquello era un gran acontecimiento íntimo. Ahora, sin embargo, parece más bien un capricho. Incluso, una manera de tocar lo que no suena a un Felipe VI a quien le tocará intervenir.

Felipe VI / GTRES

Una intervención sencilla en la teoría, pero que en la práctica resulta un incordio. Juan Carlos está desesperado para conseguir su restitución, sabe que no le quedan tantas oportunidades. Y como ya cuenta con el no de entrada, volver a intentarlo no le supone un gran esfuerzo. La recompensa sería gigantesca: entrar en Zarzuela es un triunfo en su batalla personal. Sin embargo, que no se haga ilusiones: por muy privado que fuera el encuentro, la repercusión y el jaleo sería enorme. Por si acaso, ya se ponen la venda antes de la herida: "No lo podemos asegurar, porque esa situación se dará más o menos sobre la marcha". Hagan sus apuestas. La nuestra es, claramente, una nueva 'quédate en Sanxenxo, papá. Tengamos el verano en paz'.

Felipe VI y Juan Carlos / Europa Press