Juan Carlos de Borbón se queda solo. Asquerosamente rico, sí, pero sin nadie con quien compartir su fortuna. El escándalo y terremoto derivado de su relación adultera con Corinna es demasiado impúdico, incluso para ilustres miembros de su entorno y su guardia pretoriana. En Zarzuela viven días de "vergüenza y terror" por las revelaciones sobre el Emérito, un padre y esposo del que desconfían Felipe, Rey y primogénito, y su esposa Sofía, "sufridora y engañada esposa que solo ha encontrado humillaciones públicas del hombre del que sigue enamorada". Lo dice alguien que conoce bien la Casa Real y defensor a ultranza del Borbón senior, el cronista real Jaime Peñafiel. Incluso un juancarlista de pro como él, acaba abdicando y le sentencia: "No hay quien le defienda".
Jaime escribe a El Mundo un epitafio moral de la figura de Juanito, un amigo a quien "siempre he defendido de una forma más visceral que intelectual". Pero se ha acabado el bróculi: la lluvia de millones a la amante alemana traspasa límites que ni la amistad puede salvar. El veterano periodista está escandalizado, a su manera, claro está. Habla de traiciones como el orígen de todo: "Juan Carlos traicionado por la mujer a quien colmó de amor adúltero y riqueza, con uno regalo reconocido de 65 millones de euros." El Borbón se ha metido en un pantano del que difícilmente podrá escapar, sobre todo porque se queda sin apoyos. Ni en Palacio, "en Zarzuela no se siente todo lo querido que desearía", ni en el entorno familiar ("su primo y testaferro Álvaro de Orleans") ni en las redacciones de diarios: "Triste final de quien fue tan grande"
Los intestinos de Peñafiel no pueden mantener su fe en el juancarlismo. Toca utilizar el cerebro, que tiene mucho y bastante lúcido, y no esconder la oscura realidad del reinado de su ídolo caído. Y no sólo físicamente.