La infanta Cristina celebra este martes su cumpleaños: 58 años. Toda una vida con el título de infanta, hija y hermana de reyes, como si eso fuera alguna cosa. Es una mujer como cualquier otra pero con unos privilegios que cada vez son menos justificables. Lo más escandaloso es que utilice la excusa de ser hermana de Felipe para disponer de los recursos públicos como si fueran suyos, para disponer de funcionarios y cargos públicos como si fueran mayordomos. Acaba de volver a hacerlo. Para celebrar los 58 ha pasado el fin de semana de vacaciones en Córdoba. Solo la han acompañado en la cena del viernes dos de sus cuatro hijos: el mayor y la pequeña, Juan e Irene. Pablo estaba en Granollers con su nuevo equipo de balonmano y Miguel sigue en Londres aislado de todos haciendo Ciencias del Mar. Llegaron ambos al día siguiente a Córdoba. Cristina quiso cenar con los dos hijos en una taberna cordobesa y el escándalo lo revela el diario ABC. Cristina obligó a un alto cargo del Ministerio de Defensa a que llamara a la taberna para hacer la reserva de una mesa para 3. Lamentable. El morro de la infanta:
Publica el casposo ABC: ""El dueño del señero establecimiento, santo y seña del arte culinario y de la degustación del vino de la ciudad, Rafael López Acedo.nos cuenta que es la primera vez que Cristina venía a la taberna: una semana antes había llamado para hacer la reserva un alto cargo de la Subdelegación de Defensa". ¿Cómo? El ministerio del Ejército dedicándose a llamar a restaurantes para preguntar si tienen mesa para la infanta. Así las gastan en Zarzuela, con el consentimiento del Jefe de las Fuerzas Armadas, el hermano pequeño de Cristina. Papel lamentable por clasista, prepotente y de tener mucha jeta. Y Felipe tragando.
La foto familiar es inusual. Madre e hija muy sonrientes siempre unidas en la desgracia, enfrentadas a Iñaki Urdangarin, que está enamorado de Ainhoa Armetnia y se plantea volver a casarse. Se tendrán que ver las caras el viernes en Ginebra por la fiesta de 18 años de la chica. Irene se ha negado a recibir la felicitación de su madrastra Ainhoa, y se negó a ponérsela en el teléfono. Así están las cosas. El otro hijo, Juan, es el raro de la familia. Ha pasado de querer estudiar Cooperación Internacional a nadie sabe exactamente qué hace. Vive en Madrid, no se sabe en casa de quién, se supone que tutelado por Zarzuela y las únicas fotos suyas no son en ninguna universidad sino de bares fumando como un carretero. Nada que ver con la imagen de pardillo en la taberna cordobesa.
La prensa afín ya puede jugar a decir que la infanta fue "campechana" por sentarse fuera del reservado o que se dejó hacer fotos. La verdad es que mantiene la actitud clasista, piensa que España le debe alguna cosa y actúa como si toda la Administración estuviera a su servicio. Que se preocupe de cerrar su matrimonio fracasado sin que le cueste más dinero al erario público y que sus cuatro hijos dejen los malos hábitos y sean personas de provecho.