El reciente matrimonio entre Victoria López-Quesada y Enrique Moreno de la Cova no solo fue una celebración de la aristocracia madrileña, sino también el escenario de un detalle que no pasó desapercibido y que está generando comentarios en las redes y en la prensa. La atención, lejos de centrarse en los novios, se desvió rápidamente hacia uno de los asistentes más inesperados: Juan Urdangarin, hijo de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin. Su llegada a la boda dejó a todos los presentes preguntándose si el joven había olvidado sus principios de humildad y austeridad, mostrándose ahora como un nuevo rico que no se molesta en disimular su fortuna.
El evento, que tuvo lugar en la exclusiva finca Soto Mozanaque, propiedad de Ioannes Osorio, congregó a la flor y nata de la sociedad madrileña y miembros destacados de la familia real. La infanta Elena estuvo presente con su hija, Victoria Federica, al igual que el rey Felipe VI, quien llegó acompañado de la infanta Cristina en el mismo coche. Sin embargo, fue la aparición de Juan Urdangarin y su hermana Irene lo que capturó todas las miradas. Los jóvenes, conocidos por su carácter reservado y, en el caso de Juan, por su compromiso con el voluntariado y la vida religiosa, sorprendieron a todos al llegar en un coche de lujo valorado en 90.000 euros.
Irene y Juan Urdangarin no disimulan su posición privilegiada
Resulta curioso que justamente estos dos hijos de la infanta Cristina llegaran a la boda con este coche de lujo. En cuanto a Irene, la joven se ha pasado el año a la sopa boba en Zarzuela, excepto los tres meses que estuvo en Camboya realizando un voluntariado, con lo que estamos seguros de que no puede pagarlo con ingresos que haya generado por sí misma. Y en cuanto a Juan, desde pequeño se le había visto como un joven humilde, ajeno a las extravagancias y con una vida centrada en ayudar a los demás. También ha estado en voluntariados durante mucho tiempo, y es una persona muy religiosa y reservada, lo que en principio le define como una persona humilde y austera. No es el perfil de persona que se acerca a un concesionario de coches de lujo y elige uno de 90.000 euros. Su llegada en este coche contradice la imagen que Juan Urdangarin había proyectado hasta ahora.
Sea como sea, queda claro que, aunque una no pegue un palo al agua y el otro tenga un carácter altruista, les sobra el dinero. Y también que no tienen problemas en disfrutar de los lujos que su posición les ofrece. El que no lo disimulen deja señalada ahora a su familia, incluyendo a sus padres, la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, y a su abuelo Juan Carlos I, quien se conoce que suele conceder todo tipo de caprichos a sus nietos con un dinero que, probablemente, no sea lícito.